La decisión de la alcaldesa de Arraiján de ordenar la demolición del Mirador de las Américas, un monumento erigido en 2004 para conmemorar los 150 años de la presencia china en Panamá, ha generado una ola de críticas por su falta de sensatez y prudencia en el ejercicio del poder público.
El Mirador de las Américas no era una simple construcción, sino un símbolo de la diversidad cultural que ha forjado la identidad nacional panameña. Su destrucción, sin considerar el significado histórico y cultural que representaba, refleja una actitud de soberbia y desapego por parte de la alcaldesa.
Según el texto, la alcaldesa habría tomado esta decisión sin tener presente "lo que ese monumento representaba, ni el porqué se construyó". Se actuó simplemente porque se tenía el poder para hacerlo, sin importar las consecuencias a largo plazo.
Esta actitud es criticada por el autor, quien advierte que cuando se ejerce el poder público, se debe actuar con "sensatez" y "prudencia", teniendo en cuenta "los alcances y los efectos de lo que se ha decidido hacer". De lo contrario, la decisión será juzgada negativamente por la historia, tal como se ejemplifica en el escenario prospectivo planteado.
La destrucción del Mirador de las Américas representa una pérdida irreparable para la memoria histórica y cultural de Panamá. Más allá de las justificaciones que pueda dar la alcaldesa, su decisión ha sido calificada como un acto de "soberbia del poder" que deja en evidencia la falta de sensibilidad y visión a largo plazo en el ejercicio de la función pública.









