La crisis que atraviesa la Corte Suprema de Chile es un problema grave que requiere una solución profunda y duradera. Tal como señala el artículo, la "corrupción de lo mejor es lo peor", y cuando el máximo tribunal del país se ve envuelto en escándalos, el daño a la sociedad es enorme.
Los expertos coinciden en que la salida a esta crisis debe provenir del propio Poder Judicial, sin intervenciones externas que puedan afectar la independencia judicial y la separación de poderes. Las remociones apresuradas desde el Congreso pueden generar una sensación inicial de depuración, pero no son la solución a largo plazo.
Más allá de ajustes institucionales como el sistema de nombramiento de ministros, la superación real de la crisis exige elevar sustantivamente las exigencias éticas y profesionales dentro de la Corte Suprema. Es necesario explicitar y protocolizar las conductas esperadas de un ministro, aquellas que por darse por sentadas se olvidan.
En este contexto, la elección de Gloria Ana Chevesich, ministra reconocida por su rigor, abre una expectativa legítima de cambio. Su nombramiento puede ser el inicio de una reparación que provenga desde dentro de la propia Corte, la única vía capaz de generar una transformación auténtica y duradera.
Los expertos consultados coinciden en que la independencia judicial y la separación de poderes son fundamentales, y que cualquier intervención externa podría agravar aún más la crisis. La solución debe surgir del propio Poder Judicial, elevando los estándares éticos y profesionales de sus miembros.
La Corte Suprema es el máximo tribunal del país y sus decisiones afectan directamente la vida de miles de personas. Por ello, cuando esta institución se ve envuelta en escándalos, el daño a la sociedad es especialmente grave. La elección de Chevesich abre una esperanza de cambio, pero será necesario un esfuerzo sostenido para recuperar la confianza ciudadana.












