Los últimos días del año suelen ser de reflexión, cierres y nuevos propósitos que nos animan a comenzar el siguiente ciclo enfocados y motivados. Sin embargo, con el paso de las semanas, algo cambia y esas metas con las que iniciamos el año llenos de entusiasmo van quedando atrás. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué no podemos cumplir nuestros propósitos de Año Nuevo?
Según expertos, la respuesta es más compleja de lo que parece. En muchos casos, el incumplimiento de estos propósitos no se debe a una falla de carácter, sino a una combinación de procesos cerebrales, presiones sociales que moldean nuestros deseos y condiciones estructurales que limitan nuestras posibilidades reales de cambio.
"Nosotros pensamos que todo nuevo año tiene que empezar bien, sin ningún problema", afirma el antropólogo Mauricio José Chaulón Vélez. Esa esperanza es necesaria, pero también es engañosa, porque ignora algo fundamental: las condiciones materiales de nuestra existencia.
Por ejemplo, al proponernos objetivos como bajar de peso y ahorrar dinero, no consideramos que esas metas pueden entrar en conflicto. "Si quiero bajar de peso, voy a cambiar mi dieta; esa comida, regularmente, es un poco más cara. Ir al gimnasio implica una membresía mensual, comprar ropa deportiva", detalla el neurocientífico Érik González. "¿Esa meta va en concordancia con el propósito de ahorrar? La respuesta es: no".
Además, las redes sociales funcionan como cuadros de honor digitales en los que todos publican sus éxitos, generando una presión por adquirir más reconocimiento. "Nuestro cerebro registra como real el miedo de quedarnos atrás", explica la psicóloga Angie Mendoza. "Se genera una presión por adquirir más reconocimiento, porque los demás lo están haciendo, y si no lo hago, tengo la sensación de que me estoy quedando atrás".
Pero el problema no es tener referentes, sino que esas aspiraciones dejan de ser íntimas y se convierten en comparaciones constantes. "Muchas metas están influenciadas por el entorno social: redes sociales, amigos, familia", advierte Mendoza.
Ante este panorama, los especialistas recomiendan dejar de medirnos por lo alcanzado y empezar a evaluarnos por lo intentado. "No deberíamos medirnos por el resultado, sino por el esfuerzo", insiste Mendoza. También sugieren dividir las metas grandes en objetivos pequeños y trabajar por trimestres, en lugar de evaluar por año.
Además, González hace énfasis en el lenguaje que usamos con nosotros mismos. "Sacar el 'debo' e introducir el 'puedo'", propone. "Una vez el cerebro escucha 'debo alcanzar' o 'tengo que alcanzar', hay una reactancia, y automáticamente aparece un rechazo hacia el objetivo".
En resumen, cumplir los propósitos de Año Nuevo no es una cuestión de disciplina, sino de entender los procesos psicológicos y sociales que influyen en nuestros deseos. Con estrategias como dividir las metas, trabajar por trimestres y usar un lenguaje más positivo, podemos aumentar nuestras posibilidades de éxito.












