México, un país ubicado en el Cinturón de Fuego, es testigo constante de una intensa actividad sísmica. Según los registros del Servicio Sismológico Nacional (SSN), el último temblor de magnitud 4.2 se localizó a 76 kilómetros al sur de Las Choapas, en el estado de Veracruz, el 28 de diciembre a las 2:59 am.
Esta región del sureste mexicano, que limita con las placas tectónicas de Cocos, Rivera y del Pacífico, es conocida por ser una zona de alta sismicidad. De acuerdo a las estadísticas, en México se registran más de 90 sismos anuales con magnitud superior a 4 grados en la escala de Richter, lo que representa alrededor del 60% de la actividad sísmica mundial.
El último sismo de gran magnitud que sacudió a la capital del país fue el devastador terremoto del 19 de septiembre de 1985, que alcanzó 8.1 grados en la escala de Richter y dejó al menos 10,000 víctimas mortales. Este evento puso en evidencia la vulnerabilidad de la infraestructura de la Ciudad de México ante los movimientos telúricos.
Para mitigar los efectos de estos fenómenos naturales, México cuenta con el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX), una red de sensores que detecta sismos de gran magnitud en la costa y emite alertas tempranas a la población. Este sistema proporciona entre 20 y 120 segundos de tiempo de anticipación, lo que permite tomar medidas de seguridad antes de la llegada de las ondas sísmicas más fuertes.
Expertos recomiendan a la población mantener una mochila de emergencia con artículos indispensables como agua, alimentos no perecibles, botiquín y elementos de comunicación. Además, es crucial conocer los protocolos de actuación en caso de sismo y estar atentos a los avisos de alerta emitidos por el SASMEX.
La actividad sísmica en México es una realidad constante que requiere de preparación y conciencia ciudadana para minimizar los daños y salvaguardar vidas. Autoridades y población deben trabajar de manera coordinada para fortalecer la resiliencia ante estos fenómenos naturales.












