La liberación de la ciudad de Trinidad en diciembre de 1958 representó un momento clave en el avance de la Revolución Cubana. Este hecho, que consolidó la ofensiva revolucionaria en el centro del país, reafirmó la voluntad del pueblo cubano de poner fin a la dictadura de Fulgencio Batista.
En los últimos días de 1958, el mapa militar de la provincia de Las Villas mostraba aún dos enclaves bajo control del régimen batistiano: Trinidad y Jatibonico. El Comandante Ernesto "Che" Guevara encomendó a Faure Chomón la misión de liberar Trinidad, mientras Armando Acosta debía tomar Jatibonico. Esta estrategia respondía a la necesidad de cerrar el cerco sobre las fuerzas del régimen y asegurar el triunfo definitivo de la Revolución.
La noche del 27 de diciembre, una caravana de camiones y jeeps partió desde Sancti Spíritus hacia Trinidad, llevando consigo la esperanza de un pueblo que aguardaba el fin de la tiranía. El asalto comenzó en la madrugada del 28 de diciembre, con el objetivo principal de tomar el cuartel del Ejército y la cárcel. Aunque las fuerzas rebeldes fueron sorprendidas por tropas batistianas, lograron tomar la Zona Fiscal y posteriormente la Planta Eléctrica, no sin sacrificar la vida de varios combatientes.
El 29 de diciembre, los defensores del cuartel intentaron reforzar sus posiciones, pero la aviación batistiana no logró quebrar la moral rebelde. Al caer la tarde, las tropas del régimen se retiraron hacia el puerto de Casilda, embarcando rumbo a Cienfuegos. El 30 de diciembre, la cárcel fue el último reducto en resistir, pero finalmente Trinidad quedó liberada.
La victoria tuvo un profundo significado político y simbólico. Trinidad había sido bastión electoral de Batista en el centro de Cuba, y su liberación demostraba el rechazo popular al régimen. El pueblo, unido a las fuerzas revolucionarias, reafirmaba su lealtad a Fidel Castro y al Movimiento 26 de Julio, en vísperas del triunfo definitivo de la Revolución el 1 de enero de 1959.
Más que una operación militar, la liberación de Trinidad representó la unión de las fuerzas insurgentes del Ejército Rebelde y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, bajo la conducción de líderes como Faure Chomón. Fue también un ejemplo de la capacidad de organización, disciplina y sacrificio de los combatientes, que enfrentaron a un enemigo superior en armas y recursos, pero debilitado por la falta de apoyo popular.
El pueblo trinitario, protagonista de aquellos días, se convirtió en símbolo de resistencia y esperanza. La memoria de los caídos permanece como recordatorio de que la libertad se conquista con valor y entrega. La ciudad, que una vez fue bastión del dictador, pasó a ser emblema de la victoria revolucionaria.












