Argentina dio un paso importante en la recuperación de sus capacidades de defensa aérea con la llegada de los primeros seis aviones de combate F-16 adquiridos a Dinamarca por 300 millones de dólares. Esta compra, que se completará con 18 unidades más hasta 2028, marca un punto de inflexión para la Fuerza Aérea argentina, que arrastraba años de deterioro y obsolescencia.
Los F-16 argentinos, modelos AM monoplaza y BM biplaza, serán destinados a misiones de defensa antiaérea, supresión de defensas enemigas, ataque marítimo, interdicción aérea, apoyo cercano y tareas de inteligencia y vigilancia. Su llegada se produce bajo la gestión del ministro de Defensa Luis Petri, uno de los funcionarios mejor valorados del gobierno de Javier Milei.
Sin embargo, cuando se observa el panorama regional, la foto cambia. Chile opera una flota de 46 F-16 desde hace casi dos décadas, plenamente integrados a un sistema de defensa moderno. Brasil, Venezuela, Perú, Colombia y otros países también cuentan con cazas supersónicos, lo que evidencia que Argentina recupera capacidades, pero aún le queda camino por recorrer para alcanzar los estándares de sus vecinos.
Los F-16 argentinos tendrán su base inicial de operaciones en el Área Material Río Cuarto, en Córdoba, mientras que la VI Brigada Aérea de Tandil, en Buenos Aires, será el centro de formación y entrenamiento. Estas aeronaves, altamente maniobrables y con velocidades de hasta Mach 2, buscan dotar a la Fuerza Aérea argentina de nuevas capacidades después de años de abandono.

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