El presidente estadounidense, Donald Trump, se ha jactado en repetidas ocasiones de haber "resuelto" ocho conflictos desde que asumió el cargo en enero de 2021. Sin embargo, expertos consultados por RTVE Noticias cuestionan la veracidad de estas afirmaciones, señalando que en realidad el mandatario ha recurrido a la presión y las amenazas para imponer altos el fuego, sin abordar las causas profundas de los conflictos.
Según el profesor de Derecho de la Unión Europea en ESADE y secretario general de Aspen Institute España, José María de Areilza, "la afirmación de que ha arreglado ocho guerras en ocho meses no se tiene en pie". El experto afirma que "Trump sería incapaz de enumerar estos ocho conflictos" y que lo único que ha hecho "ha sido conseguir un alto el fuego, pero no una arquitectura de seguridad como ha ocurrido con Gaza. Se trata de un alto el fuego cogido con alfileres, pero no está claro que haya hecho nada viable por la solución de los dos Estados".
Entre los casos que Trump ha reivindicado como logros figuran los conflictos entre Israel y Gaza, Ucrania y Rusia, Ruanda y la República Democrática del Congo, Azerbaiyán y Armenia, Serbia y Kosovo, Egipto y Etiopía, India y Pakistán, y Tailandia y Camboya. Sin embargo, en la mayoría de estos escenarios, los expertos señalan que los acuerdos alcanzados son frágiles y no abordan las causas de fondo.
En el caso de Gaza, por ejemplo, Trump presionó al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, para que aceptara un alto el fuego después de más de 15 meses de ofensiva israelí que dejó más de 70.000 muertos palestinos. Pero este alto el fuego no terminó con el conflicto, sino que simplemente "rompió con una dinámica de confrontación permanente", según De Areilza.
En Ucrania, Trump reactivó los contactos diplomáticos que su predecesor, Joe Biden, había dejado de lado, presionando tanto a Rusia como a Ucrania. Pero tampoco se ha alcanzado un acuerdo de paz definitivo.
En África central, el acuerdo entre Ruanda y la República Democrática del Congo (RDC) auspiciado por Trump ha tenido un impacto limitado, ya que actores armados siguen activos en la región y algunas milicias no han participado en el pacto.
En el Cáucaso, el marco de cooperación firmado entre Azerbaiyán y Armenia no es un tratado de paz pleno, y en los Balcanes, la intervención estadounidense se ha limitado a evitar una escalada entre Serbia y Kosovo, sin resolver el conflicto latente.
Según el exembajador de Estados Unidos en Israel, Daniel B. Shapiro, "Trump parece creer que puede intervenir y resolver un conflicto profundo y prolongado con un par de llamadas telefónicas o un acuerdo sobre minerales. Pero la diplomacia para la resolución de conflictos suele implicar un compromiso mucho más sostenido".
Más allá de la arena internacional, Trump también ha utilizado la herramienta de los aranceles como instrumento de coerción política, imponiendo tasas de hasta el 55% a las importaciones de países como China. Aunque esto ha tenido un impacto positivo en la economía estadounidense a corto plazo, los expertos advierten que el "proteccionismo desmedido" del mandatario también ha dificultado la prosperidad global.
En definitiva, el balance de la política exterior de Trump parece dejar más interrogantes que certezas. Mientras los datos económicos parecen validar su apuesta por la presión, en el ámbito internacional su método no garantiza una paz duradera ni corrige las causas profundas de los conflictos. Como señala De Areilza, Trump "no promete estabilidad estructural, sino control, ruptura y caos".
