El gobierno de Javier Milei ha dado un giro radical en la política exterior argentina, alejándose de la Unión Europea y acercándose a China como nuevo socio estratégico. En un hecho histórico, el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, acompañado por el embajador chino en Buenos Aires, Wang Wei, despidió el primer embarque de 60.000 toneladas de trigo destinado a China.
Este movimiento se enmarca en la "Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU" publicada recientemente, que señala que "China no es un país adversario de EE.UU", y que entre ellos existe una "competencia económica" que no excluye una "creciente integración" y "la búsqueda común de la prosperidad compartida".
Siguiendo este ejemplo, el gobierno de Milei tiene como objetivo sellar un acuerdo de libre comercio entre China y el Mercosur, dos economías "absolutamente complementarias". A diferencia del estancado acuerdo Unión Europea-Mercosur, bloqueado por el proteccionismo agrícola de Francia, un pacto con China ofrecería a los países sudamericanos un acceso sin trabas al mayor mercado de consumo de alimentos del mundo.
Además, este acuerdo traería consigo importantes inversiones chinas en el desarrollo de los sistemas productivos agroalimentarios y su infraestructura en la región. Países como Chile y Perú ya cuentan con acuerdos de libre comercio con China, que han impulsado sus sectores minero y agrícola.
Sin embargo, para concretar este histórico acuerdo, el gobierno de Milei deberá disipar los "fantasmas" respecto a la "expulsión de China de la Región" y atreverse a "pensar y a imaginar libremente", consultando a los "expertos en acuerdos de complementación y cooperación", Donald Trump y Xi Jinping.
La oportunidad está servida: el proteccionismo agrícola de la Unión Europea ha dejado a Mercosur con las manos vacías, mientras que China se perfila como el socio comercial ideal para aprovechar la competitividad y la innovación de la producción agroalimentaria sudamericana.
