La realidad está dejando atrás los entusiasmos iniciales tras la caída de Boluarte, y la situación vuelve a un escenario cotidiano de graves problemas que no se pueden eludir. La aprobación del presidente José Jerí ha ido disminuyendo lentamente, según las últimas encuestas, como consecuencia de la decepción ciudadana ante la brecha entre las promesas y los resultados.
Los asesinatos diarios, la delincuencia y la falta de coordinación entre el Ejecutivo y el Congreso son algunos de los problemas que han ido ganando espacio en los titulares, desplazando a las estrategias de "marketing" que caracterizaron los primeros días de la gestión.
Esta "vuelta a la normalidad" se refleja también en el proceso electoral en marcha, con la proliferación de candidaturas, las disputas internas en los partidos y la improvisación que lleva a algunos a presentarse con listas incompletas. Casi la mitad del país expresa su desconfianza hacia todos los candidatos y agrupaciones políticas, y señala querer votar por otro rostro nuevo, algo que ya no es posible dado que las cartas están jugadas.
Quedan tres meses para una gestión gubernamental y una campaña electoral que deberían ser intensas en decisión, acción y debate político. Tanto el Gobierno como los candidatos deben evitar que la expectativa positiva tras la caída de Boluarte se convierta en desazón y decepción, pues de lo contrario tendrán una grave responsabilidad de cara al futuro del país.
