La llegada de diciembre suele traer consigo una mezcla de emociones para muchos. Por un lado, las luces, las celebraciones y los rituales de siempre; pero por el otro, una sensación de nostalgia, tristeza y melancolía que se disfraza de cansancio y ternura quebrada. Este fenómeno, conocido como la "depresión blanca", es un estado emocional que afecta a quienes experimentan una tristeza que no siempre nace del dolor, sino de lo que falta, de lo que se fue y de lo que cambió sin pedir permiso.
Durante esta época del año, los recuerdos se vuelven espejos incómodos, recordándonos promesas incumplidas, confianzas quebradas y expectativas que siguen pesando como un lastre silencioso. Cada cultura vive esta época a su manera, pero en todas existe esa capa invisible donde las emociones se intensifican.
El fin de año nos pasa factura emocional, invitándonos a revisar lo que dimos, lo que perdimos y lo que dejamos pendiente. Y en ese inventario, la melancolía se vuelve maestra, señalándonos lo que aún importa.
La "depresión blanca" no siempre es oscuridad; a menudo es un llamado a sentir sin prisa, a nombrar lo que nos duele y a honrar lo que ya no está. Es un momento para permitir que la vulnerabilidad también sea parte de la celebración, pues la autenticidad tiene su propio brillo, uno que no depende de guirnaldas ni de mesas llenas, sino de la coherencia con nuestra verdad interna.
Si este diciembre te encuentra más sensible, reflexivo y en silencio, no te juzgues con dureza. Tu alma está haciendo espacio para historias que necesitan ser abrazadas sin filtros y para emociones que esperan ser escuchadas. A veces, lo más valiente es admitir que no estamos en modo fiesta y que lo que pedimos a gritos es un abrazo, una pausa y un poco de compasión.
La invitación es a vivir este fin de año con conciencia y a permitir que la nostalgia tenga su lugar, para que tu amor propio no dependa del ánimo del calendario. La luz que buscamos afuera ya está encendida dentro y solo necesita un poco de silencio para hacerse notar. Navegar la depresión blanca no significa rendirse; significa caminar con suavidad y respeto por lo que sentimos, así como con gratitud por lo que fuimos capaces de atravesar.
Cuando llegue el momento de mirar hacia el nuevo año, hazlo sin presión ni disfraces, desde esa esencia donde conviven la fortaleza y la fragilidad que nos recuerdan nuestra humanidad. Diciembre revela su verdadera luz cuando nos permitimos sentir, transformarnos y renacer una y otra vez.








