Jamie Dimon, director ejecutivo de JPMorgan Chase, reconoció que la inteligencia artificial (IA) eliminará algunos puestos de trabajo, pero equiparó esta tecnología al motor de vapor y aseguró que quienes dominen el juicio estratégico saldrán reforzados. Según Dimon, la clave reside en combinar la soltura digital con habilidades que los algoritmos todavía no pueden simular con éxito.
En una entrevista con CNBC, el banquero dibujó un panorama laboral transformado por la automatización de procesos operativos pesados. Dimon sostuvo que manejar estas utilidades es ahora el mínimo común para cualquier profesional, una visión que encaja con los trabajos que OpenAI ya marca como vulnerables, obligando a una reinvención urgente de las competencias tradicionales.
La fijación de JPMorgan por los algoritmos no es retórica; su entidad ya aplica más de 300 casos de uso real en producción. Desde la ingeniería de software hasta el marketing, la IA procesa datos masivos para quitarle al humano la pesada carga administrativa y de gestión de riesgos. No obstante, Dimon destacó que el elemento humano sigue siendo insustituible en áreas de confianza.
Según el CEO, el impacto de la IA ya se nota fuera de la banca, afectando sobre todo a los trabajadores por cuenta propia. Algunos análisis muestran una caída drástica en las contrataciones de profesionales autónomos debido a la competencia de sistemas de bajo coste. Dimon defendió que el juicio humano de alto nivel es el único blindaje real ante una automatización que no perdona.
A largo plazo, Dimon proyectó que esta escalada en la productividad podría derivar en una semana laboral de tres días y medio. Aunque parezca una estimación optimista, se apoya en la idea de que la Inteligencia Artificial General transformará radicalmente la generación de riqueza. Según el banquero, este escenario de alta eficiencia técnica permitiría incluso que la próxima generación alcance los cien años de vida.
Sin embargo, el optimismo corporativo de Dimon ignora que la eficiencia técnica no garantiza el bienestar social. Si la burbuja generativa de la IA pincha, el profesional que haya delegado su instinto en un modelo predictivo se quedará sin empleo y sin las herramientas intelectuales para recuperarlo. Si la burbuja no pincha, se perderán puestos de trabajo en favor de máquinas que consumen recursos naturales a un ritmo alarmante. La jugada de Dimon es brillante para sus accionistas, pero para el resto es un salto al vacío sin red de seguridad.
