La Navidad es una época especial para millones de cristianos alrededor del mundo, quienes celebran el nacimiento de Jesús de Nazaret, una figura clave de la historia que ha dejado una huella indeleble en la civilización occidental. Más allá de la fe, los avances de la arqueología y las investigaciones de destacados historiadores han aportado valiosas evidencias que confirman la existencia histórica de este personaje.
Según el historiador romano Tácito (55-120 d.C.), el nombre de los cristianos "proviene de Cristo, quien, bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato". Este testimonio, si bien hostil hacia Jesús y sus seguidores, resulta relevante al corroborar la existencia histórica de este personaje y su ejecución bajo la autoridad romana.
Por su parte, el historiador judío Flavio Josefo (37-100 d.C.) también coincide en que Pilato condenó a Jesús a morir en la cruz. Josefo lo describe como "un hombre sabio, autor de obras sorprendentes, que atrajo a numerosos judíos y gentiles". Aunque sus textos han sido objeto de debate, el consenso académico reconoce un núcleo histórico sólido en su referencia a Jesús.
La arqueología también ha aportado evidencias significativas. En 1961, en Cesarea Marítima, se descubrió una inscripción en piedra caliza con el nombre de Poncio Pilato, que confirma su cargo como prefecto de Judea en el período exacto descrito por los evangelios. Más tarde, en 1990, el equipo de arqueólogos dirigido por Zvi Greenhut halló un osario ricamente decorado perteneciente al sumo sacerdote Caifás, figura clave en el proceso que condujo a la condena de Jesús.
Estas evidencias históricas y arqueológicas demuestran que la figura de Jesús de Nazaret no es un mito o una figura etérea, sino que dejó huellas concretas en la historia. Incluso el historiador británico Tom Holland, autor de "Dominion" (2019), reconoce que la vida de Cristo causó cambios revolucionarios en la civilización occidental, cuyo impacto persiste y da forma a nuestro mundo moderno.
En este contexto, la Navidad adquiere un significado aún más profundo, pues nos recuerda que la fe cristiana no se centra en una idea abstracta, sino en una Persona que asumió plenamente la condición humana y que, al mismo tiempo, posee la potestad de reconciliarnos con nuestro Creador y redimirnos. Es una invitación a ser más "cristocéntricos" en nuestras vidas, enfocándonos en Él para que nuestra transformación personal esté en sintonía con la transformación histórica que supuso la Encarnación.












