El solsticio de invierno, la noche más larga del año, es mucho más que una fecha en el calendario. Es una oportunidad cósmica de reinicio y renovación que nos invita a ser mejores personas y construir una sociedad más justa.
Desde las antiguas civilizaciones, el solsticio de invierno ha sido visto como un momento de transición, donde la oscuridad da paso a la luz. Los egipcios, mayas y druidas entendieron que este no es un momento para temer la sombra, sino para abrazar la esperanza del renacimiento.
La ciencia explica este fenómeno a través de la inclinación de la Tierra, pero nuestros ancestros captaron su significado más profundo. Ellos concebían el tiempo no como una línea recta, sino como un tornillo que avanza en ciclos. Cada vuelta es un nuevo comienzo, una oportunidad para soltar lo que nos ha pesado y agradecer por lo vivido.
Este solsticio nos llama a ser mejores, tanto a nivel personal como colectivo. A nivel individual, debemos soltar los miedos y rencores, y agradecer por las experiencias que nos han fortalecido. A nivel social, tenemos la oportunidad de unir nuestra fe en el cambio con acciones concretas, como exigir una reforma electoral que garantice una representación más justa y transparente.
La luz siempre regresa, es una ley cósmica. Y con ella, llega la oportunidad de avanzar hacia un círculo más alto, con más libertad, justicia y oportunidades para todos. Que esta próxima vuelta del tornillo del tiempo sea la mejor: un año de progreso personal y colectivo.
