El tiempo de Adviento, la espera de la llegada de la Navidad, está marcado por una hermosa tradición: el encendido de las velas del Adviento. Cada una de estas velas representa un significado espiritual que nos prepara para recibir la luz de Cristo en nuestras vidas.
Según el texto, se han encendido ya tres velas, y queda una más por encender este miércoles de Noche Buena. Cada una de estas velas simboliza conceptos fundamentales de la fe cristiana: esperanza, paz, alegría y amor. Al ir quemando una vela tras otra, el autor ha ido reflexionando sobre el significado de estos valores y cómo deben guiar nuestro espíritu durante este tiempo de preparación.
La última vela, la vela blanca que se enciende en Nochebuena, es la más importante de todas. Representa la luz misma, aquella que "reúne y resume toda la preparación y reflexión de este tiempo para cumplir justamente con su finalidad, iluminarnos". Es la luz que nos guía, que nos ayuda a discernir entre el bien y el mal, y que nos convierte en hijos de la luz, con la responsabilidad de iluminar al mundo con nuestras buenas obras.
Jesús mismo habló sobre la importancia de la luz en nuestras vidas: "Nadie enciende una lámpara y la pone en un sitio oculto o debajo del celemín, sino en el candelero, para que los que entren vean el resplandor". Así, la luz de Cristo debe brillar en nosotros, iluminando nuestro camino y convirtiéndonos en ejemplo para los demás.
En este Adviento, el autor nos invita a encender la última vela con la esperanza de que vengan "días radiantes, en una paz reluciente" y con "la alegría brillante de ese renacer" y "el amor fulgente que brota de [nuestro] corazón". Que esta luz de Navidad nos llene de un espíritu renovado, dispuestos a ser testigos de la verdad y la bondad de Dios en el mundo.












