En una bodega del tamaño de dos canchas de básquet, cientos de personas revisan manualmente los votos que decidirán al próximo presidente de Honduras, en una elección que se desarrolla como una novela de suspenso.
Con guantes de látex, funcionarios electorales y delegados de los partidos políticos analizan cada sufragio como si fuera un trabajo forense, tras los comicios celebrados el 30 de noviembre. Su labor determinará si el empresario conservador Nasry Asfura o el también derechista Salvador Nasralla, presentador de televisión, se convertirá en el próximo mandatario.
Asfura, apoyado por el expresidente estadounidense Donald Trump, se encuentra apenas por delante de Nasralla en el conteo preliminar. Sin embargo, este último asegura que aún están en juego medio millón de votos más. La estrechez del margen entre ambos candidatos, sumada a las denuncias de fraude y la intervención de Trump, han crispado el ambiente con protestas que dejaron una decena de heridos y teorías conspirativas.
El Consejo Nacional Electoral (CNE) tiene plazo hasta el 30 de diciembre para anunciar al vencedor, pero el recuento podría culminar en cuestión de horas, según las autoridades. No obstante, una proclamación oficial no sería inmediata, pues Nasralla insiste en que una vez concluya esta auditoría "se deben revisar las inconsistencias de todo el proceso", que según él abarcan unas 8.000 urnas.
La incertidumbre electoral ha tenido un impacto negativo en la economía hondureña, afectando a comerciantes que apostaban todo a la temporada navideña. Algunos, como la vendedora Sandra Reyes, han visto cómo sus negocios se han hundido por el miedo de la gente a posibles protestas y estallidos de violencia.
A pesar de la tensión, la esperanza de que la situación se estabilice y mejore en lo que resta de las fiestas de fin de año aún persiste entre algunos ciudadanos, como el vendedor de frutas Fran Bulnes, quien confía en que la resolución del proceso electoral traiga la tranquilidad necesaria para reactivar la economía.












