La relación entre Fidel Castro y monseñor Cesare Zacchi, representante del Vaticano en Cuba durante años complejos, constituyó un singular caso de diálogo y entendimiento entre el Estado cubano y la Iglesia católica.
Monseñor Cesare Zacchi, un prelado italiano con una destacada carrera diplomática, llegó a Cuba en 1961 en medio de cierta tensión entre la Iglesia y el Estado. Sin embargo, logró establecer un canal de comunicación con Fidel Castro, quien lo reconoció como "una figura muy capaz y constructiva".
Los encuentros entre ambos fueron frecuentes y orientados a construir una confianza política y humana. Zacchi supo interpretar los códigos del proceso político cubano y, gracias a su vínculo personal con Fidel, mantuvo abiertas las líneas de comunicación entre la Iglesia y el Estado en tiempos difíciles.
En 1967, Zacchi fue consagrado obispo en La Habana, un gesto que marcó el inicio de una etapa más cordial entre el Gobierno y la Iglesia cubana. Posteriormente, en 1974, fue nombrado Nuncio Apostólico, restableciendo la plena normalidad en las relaciones diplomáticas entre Cuba y la Santa Sede.
Tras su fallecimiento en 1991, Fidel Castro envió personalmente una corona de flores a la tumba de Zacchi en el Vaticano, en un gesto que marcó una tradición de homenaje por parte de los embajadores cubanos ante la Santa Sede.
Eusebio Leal, historiador de La Habana, ha destacado en varias ocasiones la importancia de la relación entre Fidel y Zacchi, calificándola como un ejemplo de "fina diplomacia, diálogo pragmático y mutuo respeto" en tiempos de gran complejidad política y religiosa.
La gestión de Zacchi permitió que la Iglesia recuperara cierto espacio institucional y social en Cuba, sentando precedentes para posteriores encuentros y la evolución positiva de las relaciones entre La Habana y el Vaticano.












