El gobierno de Javier Milei ha logrado avanzar con varias de las promesas de campaña que apuntaban a un profundo cambio en la economía argentina. Después de dos años de gestión, se han eliminado subsidios, reducido el gasto público, disminuido el tamaño del Estado y recortado impuestos, entre otras medidas.
Estas reformas, que pueden interpretarse como un nuevo desplazamiento hacia el eje liberal, han sido aceptables para varios sectores de la sociedad, a pesar de que los resultados tardan en verse reflejados en la realidad. Esto se debe, en parte, a la variable institucional, ya que las reglas pueden cambiar, pero su impacto en el juego es diferido y depende también de las estrategias que emplean los diferentes actores para adaptarse a ellas.
La historia económica argentina del siglo XX se ha caracterizado por un movimiento pendular entre momentos más estatistas e instancias más "liberales", lo cual se debe en gran medida a la incapacidad de los actores sociales y económicos de sostener estos cambios a largo plazo. Sin embargo, el contexto actual parece ser propicio para un giro más duradero hacia políticas menos restrictivas.
A diferencia de otras ocasiones, la crisis de representación de la clase dirigente y la merma en la fuerza política de los partidos tradicionales parecen haber debilitado las posibilidades de obstrucción a la implementación de los cambios impulsados por el gobierno de Milei. Esto se refleja en los resultados electorales de 2025, que confirmaron el rumbo del cambio.
Ahora bien, el verdadero cambio que introdujo Milei podría ser la necesidad de un recambio político y nuevas formas de interacción con la ciudadanía y sus demandas. Después de todo, varios de los actuales dirigentes son hijos de la crisis del 2001, y la actual coyuntura de crisis puede considerarse una oportunidad de cambio. En este sentido, la frase "Muerta la casta, larga vida a la casta" cobra especial relevancia.












