La disputa entre Techint y China por la licitación de 480 kilómetros de gasoducto en Vaca Muerta revela un dilema más profundo sobre cómo equilibrar la necesidad de costos competitivos con la preservación de la industria nacional.
Por un lado, Techint advierte que su planta de Campana, con 5.000 trabajadores directos y 1.000-2.000 indirectos, además de la planta SIAT en Valentín Alsina con 500 empleados directos y 300 indirectos, están en riesgo si el proyecto se adjudica a tubos chinos, que tienen precios hasta 40% más bajos. Argumentan que el modelo exportador chino se basa en subsidios estatales, dumping y condiciones laborales precarias.
Por otro, YPF y el consorcio Southern Energy priorizan la competitividad para hacer viable un proyecto multimillonario en un mercado global de GNL con precios a la baja. Además, cuestionan que Techint centraliza sus compras globales desde Uruguay a través de Exiros, buscando sistemáticamente el mejor precio internacional sin consideraciones de origen, e importa el 65% de sus costos desde Brasil.
La verdadera amenaza que representa China no puede reducirse solo a una cuestión de precios. Implica una redefinición del modelo productivo, donde Argentina debe decidir si está dispuesta a aceptar que su industria desaparezca en favor de productos fabricados bajo estándares que nunca toleraría en su propio territorio.
El desenlace de esta licitación definirá mucho más que quién fabrica los caños del gasoducto. Está en juego la viabilidad de mantener una base industrial nacional en un contexto donde China ha convertido el acero en un arma de penetración comercial global. La solución probablemente pase por exigir a Techint que reduzca sus márgenes extraordinarios, mientras se establecen salvaguardias comerciales que impidan el dumping chino, protegiendo tanto a los consumidores como a los trabajadores industriales.










