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Antisionismo, la nueva máscara del antisemitismo que amenaza a Israel y a la democracia

Antisionismo, la nueva máscara del antisemitismo que amenaza a Israel y a la democracia

El antisionismo, disfraz del antisemitismo de siempre, amenaza a Israel y a la democracia. Detrás de quienes corean su odio al sionismo late un pensamiento de odio a los judíos, camuflado pero puro. Este discurso de odio a Israel ha traspasado todas las fronteras éticas, convirtiéndose en un acoso y derribo a todo un país y a toda su gente.

Israel, ese pequeño país que lleva luchando por su supervivencia desde que nació, asediado por guerras y azotado por el terrorismo, se convierte en el paria entre las naciones, como el pueblo judío se convirtió secularmente en el paria entre los pueblos. No es casual que el único país del mundo cuya existencia se discute, y al que se le adjudican las peores maldades de la humanidad, sea el único que otorga el derecho internacional al pueblo judío.

Todo los síntomas nos llevan al mismo lugar: el antisionismo es la nueva marca del antisemitismo de siempre. Se transforma, muda, se disfraza, pero al final vuelve a ser el monstruo que expulsó a los judíos en la vieja Sefarad, los vilipendió en la Francia de Dreyfuss, los persiguió en la Rusia zarista y finalmente, de la mano de Hitler, masacró a tres cuartas partes de la población judía de Europa.

La masacre del 7 de octubre en Bondi Beach fue la excusa para levantar y modernizar la vieja judeofobia y convertir al pueblo judío en el chivo expiatorio de todo mal. Los responsables de este tsunami de odio son dos grandes corrientes del pensamiento: el islamismo ideológico, que lleva el antisemitismo en el ADN; y la izquierda occidental, que ha llegado a cotas de irresponsabilidad inimaginables.

El antisemitismo es la escuela de odio más letal de la historia y está creciendo en todo el mundo a cotas de altísimo riesgo. Los judíos son solo 15 millones de personas en un mar de 8 mil millones. Un pueblo pequeño secularmente perseguido y asesinado, que vuelve a ser señalado. Y cuando esto ocurre, cuando el antisemitismo crece, se convierte en un aviso, en la fiebre de una enfermedad: significa que nuestra sociedad está infectada y que peligra la tolerancia y la libertad. Ninguna sociedad sale indemne cuando crece el odio a los judíos, porque en ese odio palpita el virus de nuestra destrucción.

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