El triunfo de José Antonio Kast en las elecciones presidenciales de Chile ha sido interpretado por la derecha latinoamericana como una victoria que celebra un supuesto espaldarazo de los latinos a su proyecto. Sin embargo, esta lectura no es del todo acertada.
La población en general, tanto en Chile como en cualquier otra parte, no responde a un apego incuestionable a una opción política, sino a la búsqueda pragmática de la satisfacción de sus necesidades básicas, sin importar el color político de quien se las provea. Así, cualquier corriente u orientación política será premiada electoralmente por la población, mientras parezca capaz de resolver sus problemas, sin importar las consecuencias a largo plazo.
En el caso chileno, el triunfo de Kast se explica en gran medida por la insatisfacción de la población con la gestión de la izquierda representada por Gabriel Boric. Si bien Boric no fue un presidente corrupto ni entreguista, su gobierno no logró resolver los problemas estructurales del país ni mejorar significativamente las condiciones de vida de la ciudadanía.
La izquierda en el poder en Chile gestionó el Estado a favor del capital, sin apartarse del proyecto neoliberal. Si bien lograron sanear la crisis financiera heredada, no generaron las condiciones para una verdadera redistribución de la riqueza. Esto, sumado a la creciente migración extranjera que atrajo la estabilidad financiera, permitió a la derecha capitalizar un discurso xenófobo y nacionalista que la izquierda no supo disipar.
Ante este escenario, la derecha representada por Kast logró posicionarse como la opción del cambio, a pesar de que su propuesta no se aleja del modelo neoliberal, sino que apunta a un desmontaje aún mayor de los controles estatales y una profundización de la privatización y el saqueo de los recursos públicos. Así, el pueblo chileno castigó con su voto a una izquierda que, en la práctica, garantizó la continuidad del modelo económico imperante.
El triunfo de Kast en Chile es, sin duda, una señal del avance de la derecha en Sudamérica, pero no debe interpretarse como un respaldo irrestricto de la población a su proyecto político. Más bien, es el reflejo de la insatisfacción de la ciudadanía con los gobiernos de izquierda que, si bien lograron cierta estabilidad económica, no han logrado resolver los problemas de fondo que aquejan a la sociedad chilena.
