El buque petrolero Skipper, incautado la semana pasada por Estados Unidos frente a las costas de Venezuela, formaba parte de los esfuerzos del gobierno venezolano para apoyar a Cuba, según documentos y personas vinculadas con la industria petrolera del país sudamericano.
El Skipper zarpó de Venezuela el 4 de diciembre cargado con casi dos millones de barriles de crudo pesado, con destino al puerto cubano de Matanzas. Sin embargo, solo descargó una pequeña parte de su carga en otro barco que se dirigió a Cuba, mientras que el Skipper navegó hacia Asia con la mayor parte del petróleo a bordo.
Esta operación forma parte de una red más amplia que conecta las industrias energéticas de Venezuela, Cuba, Irán y Rusia, los cuatro adversarios de Estados Unidos que han quedado, en diversos grados, excluidos del mercado mundial formal del petróleo por las sanciones de Washington.
La tripulación del Skipper, compuesta por unos 30 marineros, era en su mayoría rusa. Antes de transportar petróleo venezolano, el buque pasó cuatro años formando parte de la flota encubierta de Irán, transportando petróleo iraní a Siria y China.
La incautación del Skipper parece dirigida tanto a debilitar las alianzas de Maduro como a cortar su acceso a los fondos. El ministro de Comunicación de Venezuela, Freddy Ñáñez, calificó la detención del petrolero como el último ejemplo de "piratería, secuestro, robo de propiedad privada y ejecuciones extrajudiciales en aguas internacionales" por parte de Washington.
La historia de los viajes del Skipper apunta a una red más amplia que conecta las industrias energéticas de Venezuela, Cuba, Irán y Rusia, los cuatro adversarios estadounidenses que han quedado, en diversos grados, excluidos del mercado mundial formal del petróleo por las sanciones de Washington.
Rusia suministra a Venezuela importaciones clave de nafta, un derivado ligero del petróleo que Venezuela utiliza para diluir su tipo principal de crudo pesado y hacerlo apto para la exportación. Por su parte, Irán ha trabajado para eludir las sanciones impuestas por el primer gobierno de Trump tras retirarse del acuerdo nuclear en 2018, y Venezuela ha aprendido de esa experiencia.
Estos países han aprendido unos de otros cómo evitar las sanciones y mantener el flujo de los ingresos del petróleo, aunque también compiten por el mercado petrolero chino, cuyo tamaño e influencia le han permitido seguir comprando el crudo sancionado por Estados Unidos.











