En los últimos años, hemos sido testigos de cómo los rumores falsos o información manipulada que se propagan a través de las redes sociales pueden tener consecuencias reales y devastadoras en el mundo físico. Desde linchamientos en la India hasta disturbios xenófobos en Costa Rica, estos fenómenos ponen de manifiesto la peligrosa capacidad de las plataformas digitales para generar caos y violencia.
Un claro ejemplo ocurrió en la madrugada del 6 de diciembre de 2025 en Cuba, cuando circuló el rumor de que se repartirían 1.100 dólares por persona en hoteles de La Habana y otras ciudades. El mensaje, que había nacido en el perfil de Facebook de un "lunático célebre por difundir falsedades sobre Cuba", se propagó rápidamente por WhatsApp, llevando a que grupos de personas comenzaran a caminar hacia los hoteles.
Este no es un caso aislado. Desde que las redes sociales se popularizaron, se ha documentado un patrón recurrente de rumores falsos o manipulados que saltan de la pantalla a la calle, desencadenando disturbios, agresiones e incluso asesinatos. En la India, entre 2017 y 2018, una oleada de mensajes de WhatsApp sobre supuestas bandas de secuestradores de niños y traficantes de órganos llevó a que 23 personas fueran linchadas por multitudes. En Costa Rica, en 2018, publicaciones falsas en Facebook que acusaban a refugiados nicarag enses de actos violentos que nunca se demostraron, fueron un factor clave en la escalada xenófoba. Y en Sri Lanka, ese mismo año, rumores antimusulmanes amplificados en Facebook alimentaron disturbios en los que se incendiaron mezquitas y comercios, y varias personas murieron.
Ante este panorama, es fundamental que la ciudadanía no sea un espectador pasivo. Ante un mensaje sospechoso, el primer paso es dudar: ¿quién lo firma?, ¿lo recoge algún medio público?, ¿lo confirman fuentes oficiales? El segundo paso es romper la cadena, evitando reenviar el contenido "por si acaso". El tercero es usar las herramientas de denuncia de las propias plataformas. Y el cuarto, es hablar del tema fuera de la pantalla, explicando a familiares, amigos y compañeros cómo funcionan estos engaños y poner ejemplos concretos.
Solo a través de una ciudadanía activa y crítica podremos frenar la propagación de rumores falsos que pueden desencadenar violencia y disturbios. Las redes sociales han demostrado ser un arma de doble filo, y es nuestra responsabilidad como usuarios aprender a utilizarlas de manera responsable y segura.

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