Uno de los mayores arrepentimientos que enfrentamos en la vida es haber dicho cosas imprudentes que terminan causando ofensas, rupturas, resentimientos, malentendidos e incluso crisis financieras, políticas e internacionales. Según expertos, la lengua, siendo un órgano pequeño, puede generar un efecto devastador, "como un minúsculo fuego que quema y destruye un bosque entero".
Hablar sin pensar, motivado por emociones descontroladas, reflexiones superficiales, prejuicios o información no confirmada, puede llevar a la ruina a matrimonios, gremios, comunidades e incluso desencadenar guerras. Incluso un simple chiste sobre alguien puede causar graves conflictos.
Por eso, los expertos enfatizan la importancia de la prudencia al tratar con personas, gremios, negociaciones, acuerdos y tratados, donde las consecuencias negativas pueden ser nefastas. Pensar antes de hablar, razonar las expresiones antes de pronunciarlas, es clave para cumplir con un sencillo código de relaciones humanas.
Algunas preguntas clave que deberíamos hacernos antes de hablar son: ¿Lo que voy a decir es bueno, no hace daño a nadie, tiene fundamento en la verdad, es oportuno decirlo ahora, no provocará malentendidos? Estas son normas elementales que deberíamos tener presentes.
Cuidar nuestras relaciones con las personas es fundamental, ya que parte de nuestro bienestar emocional, mental, social y espiritual dependerá de cómo nos llevemos con la gente, de cómo las tratemos. Los expertos recalcan que amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo son mandamientos del Señor que debemos cumplir.
Cuántas desgracias se han dado en la vida por palabras mal pronunciadas, hirientes, humillantes, excluyentes, de doble sentido o vulgares, que quizá no se dijeron con la intención de hacer daño, o probablemente sí, y el efecto es el mismo: se crea un conflicto, se ocasiona una ruptura, se afecta una relación interpersonal. Todo esto se puede evitar si mantenemos el control de la lengua, pasando en lo posible por un filtro mental lo que vamos a decir.
Los expertos advierten que este cuidado no solo aplica a las conversaciones cotidianas, sino sobre todo en aquellas donde la relación interpersonal sea más vulnerable y delicada, como una conversación entre padre e hijo, esposo y esposa, jefe y subalterno, o en negociaciones comerciales, políticas o militares. Incluso en una conversación familiar común, podemos estar "pisando minas explosivas" por una discusión fuera de lugar, una broma mal empleada, una expresión de enojo dicha sin delicadeza o un comentario imprudente.
Por eso, la recomendación final es clara: siempre, siempre, pensar antes de hablar.












