En uno de los asentamientos informales más grandes de Buenos Aires, la Villa 20, un grupo de vecinos se organizó para diseñar espacios verdes que ayuden a mitigar los efectos del cambio climático, enfrentando múltiples desafíos.
La zona fue urbanizada en la última década, pero la construcción de parques y arbolado que ayudaran a reducir las temperaturas, absorber agua de tormentas y aportar espacios de esparcimiento fue relegada. Ante esta situación, investigadoras del Instituto Internacional de Medioambiente y Desarrollo (IIED-América Latina) y el Instituto de Medioambiente y Seguridad Humana de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-EHS) diseñaron un Laboratorio Urbano junto con autoridades locales y la comunidad para implementar soluciones basadas en la naturaleza.
Inicialmente, los vecinos mostraron resistencia a la propuesta, priorizando la construcción de más viviendas. Sin embargo, con el tiempo comprendieron la importancia de incorporar la "mirada ambiental" en la urbanización. Se instalaron plantas nativas, canteros, jardines de lluvia y árboles, reemplazando suelos impermeables y utilizando materiales reciclables construidos por los propios vecinos.
A pesar de estos avances, la mayoría de las mejoras se concentraron en el sector recientemente urbanizado, mientras que en el resto de la Villa 20, conocido como "el macizo", la infraestructura verde es casi inexistente. Los vecinos señalan la responsabilidad de las autoridades municipales por el abandono de la zona y la falta de mantenimiento de los espacios verdes existentes.
Mariana Aguirre, una de las vecinas, cree que el mayor desafío es garantizar el acceso a agua potable e incorporar más espacios verdes en las zonas más hacinadas, donde las viviendas se conectan mediante pasillos estrechos que se vuelven irrespirables en días de calor y se inundan cuando llueve.
A pesar de los desafíos, el proyecto fue premiado en la COP29 de Baku, donde se destacó el trabajo del IIED-AL por combatir los impactos del empeoramiento de las olas de calor en los vecinos de Villa 20. Los residentes oscilan entre la desilusión por las promesas incumplidas y la esperanza de que se multipliquen las áreas verdes, conscientes de que están dejando una huella para que la continúen las generaciones más jóvenes.












