En estos días finales del año 2025, acude a la memoria la para nosotros siniestra palabra "deslave", usada para nombrar el arrasador evento que, con irreparable pérdida y múltiples destrozos materiales, ocurrió en diciembre de 1999 en nuestro Litoral venezolano.
Aquel fatídico suceso, que dejó una huella imborrable en la historia de la región, sigue siendo recordado con profunda tristeza por quienes lo vivieron en carne propia. Las intensas lluvias que azotaron la zona durante varios días, provocaron el desbordamiento de ríos y quebradas, arrastrando todo a su paso.
Pueblos enteros fueron sepultados por la fuerza arrolladora de la naturaleza, y miles de familias perdieron sus hogares, sus pertenencias y, lo más doloroso, a seres queridos. Las labores de rescate y recuperación se extendieron por semanas, y el dolor de las comunidades afectadas aún resuena en el corazón de quienes fueron testigos de aquella tragedia.
Aunque han pasado más de 25 años desde entonces, el recuerdo del deslave sigue vivo en la memoria colectiva. Los sobrevivientes aún cargan con las cicatrices emocionales y físicas de aquella fatídica jornada, y las autoridades han trabajado incansablemente para fortalecer los sistemas de prevención y respuesta ante posibles eventos similares en el futuro.
En el Litoral, la reconstrucción y el proceso de sanación han sido lentos y complejos, pero la resiliencia de sus habitantes ha sido fundamental para superar los desafíos. Hoy, las comunidades afectadas han logrado reconstruir sus vidas, aunque el recuerdo del deslave de 1999 sigue siendo una herida abierta que nos recuerda la importancia de estar preparados y de cuidar nuestro entorno.












