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Grabado cubano: una historia de legado, innovación y reconocimiento internacional

Grabado cubano: una historia de legado, innovación y reconocimiento internacional

El grabado en Cuba ha recorrido un largo y destacado camino, convirtiéndose en una de las expresiones artísticas más significativas de la cultura cubana. Desde sus inicios en el siglo XVIII hasta la actualidad, esta disciplina ha enfrentado incomprensiones y malentendidos, pero también ha sido impulsada por la labor y el compromiso de numerosos exponentes que han sentado las bases para su evolución y reconocimiento.

El reciente I Concurso Nacional de Gráfica Expandida, auspiciado por la Asociación de Artistas Plásticos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), fue una valiosa iniciativa que reunió a varias generaciones de artistas y reflexionó sobre el quehacer nacional de este género de las artes visuales. Sin embargo, algunas figuras clave en la historia del grabado cubano no fueron mencionadas, lo que desfavorece el conocimiento del público sobre el desarrollo de esta expresión en el país.

El grabado en Cuba comienza a tomar forma en el siglo XVIII con estampas de santos, escudos, viñetas y piezas de historia natural. En el siglo XIX, esta técnica se enriquece con estampas costumbristas, ingenios azucareros y álbumes para viajeros, y se nutre de las experiencias y corrientes artísticas provenientes de Europa y América Latina.

Fue en el siglo XX donde se produjo un verdadero auge de esta expresión gráfica, propiciado por el surgimiento de movimientos de vanguardia y la fundación de talleres especializados. Durante la primera mitad del siglo pasado, el grabado experimentó en Cuba un floreciente período en el que predominaron las representaciones figurativas, los temas épicos, los paisajes, interiores y exteriores y retratos, muchas de estas obras idealizaban al campesino y a la mujer.

Tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, se produjo un punto de inflexión en el desarrollo de las artes visuales en el país. La nueva política cultural promovió el acceso a la educación artística y la creación de instituciones dedicadas a la enseñanza del grabado, como el Taller Experimental de Gráfica de La Habana (TEGH), fundado en 1962.

En esa época, sobresalen figuras como José Luis Posada, José Contino y Luis Miguel Valdés, quienes se convirtieron en referentes de la litografía, los metales experimentales y la aguatinta, respectivamente. Otros maestros destacados del grabado cubano son Carmelo González, Armando Posse, Aldo Menéndez, Lesbia Vent Dumois y José R. Lázaro Bencomo, entre otros.

En la década de 1990, el grabado cubano experimentó un renacer explosivo, caracterizado por una nueva generación de artistas que exploraron y redimensionaron esta técnica. Autores como Agustín Bejarano, Belkis Ayón, Ibrahím Miranda, Sandra Ramos y Abel Barroso contribuyeron a posicionar el grabado en un plano de igualdad con otras formas de expresión artística.

A pesar de las incomprensiones que ha enfrentado a lo largo de su historia, el grabado en Cuba sigue siendo un campo vibrante y en constante evolución. Los Talleres de Gráfica, como el TEGH y otros espacios emergentes, continúan formando a nuevos talentos y ofreciendo un entorno propicio para la experimentación y el desarrollo de propuestas innovadoras.

El legado de maestros como Luis Miguel Valdés, Contino, Frémez, Agustín Bejarano, Nelson Domínguez, Belkys Ayón, Omar Torres y Ángel Ramírez, entre otros, continúa influyendo en la formación de nuevos artistas. Estos artífices no solo compartieron su técnica, sino que también fomentaron un espíritu crítico y reflexivo en sus estudiantes, impulsándolos a explorar temas que trascienden la mera estética.

En la actualidad, el grabado cubano gana cada vez más reconocimiento a nivel global, gracias a la participación de sus exponentes en ferias y exposiciones internacionales. Este intercambio enriquecedor con artistas de otras latitudes ha permitido que esta disciplina se enriquezca y se adapte a los tiempos contemporáneos.

El grabado en Cuba ha recorrido un largo camino desde sus inicios hasta convertirse en una de las expresiones artísticas más significativas de la cultura cubana. Su legado, su evolución y su reconocimiento internacional prometen un horizonte vibrante y lleno de posibilidades para esta técnica que trasciende lo meramente estético y se convierte en un poderoso medio de expresión y reflexión sobre la identidad, la cultura y la sociedad cubana.

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