En un gesto de responsabilidad y compromiso con el medio ambiente, un equipo británico que participaba en la World's Toughest Row, una de las pruebas de remo más exigentes del planeta, detuvo su avance en el océano Atlántico para salvar a una tortuga marina que permanecía atrapada en desechos de pesca.
El hecho ocurrió cuando faltaban cerca de 1.400 km para que el equipo de la Call to Earth, conformado por John Hammond, Stacey Rivers y Emma Wolstenholme, completara la travesía. Mientras navegaban en mar abierto, identificaron a la tortuga envuelta en una red abandonada, lo que les obligó a modificar de inmediato el rumbo de la embarcación.
Con cautela, los deportistas se acercaron a la tortuga. Uno de ellos sostuvo al animal mientras otro efectuó los cortes necesarios para eliminar los fragmentos que impedían sus movimientos. Emma Wolstenholme registró el momento en video, el cual fue posteriormente divulgado por la organización del evento el 29 de diciembre en Facebook.
La competencia World's Toughest Row consiste en una ruta de más de 4.800 km sin apoyo externo, donde los participantes avanzan únicamente con fuerza física y resistencia mental ante corrientes, clima variable y navegación continua. Sin embargo, el equipo británico antepuso el bienestar de la tortuga a su objetivo de llegar a la meta.
Según la publicación del equipo en Instagram, cada integrante cumplió una labor específica durante el rescate. La descripción señala que uno sujetó a la tortuga, otro utilizó una navaja y el tercero retiró los restos que la mantenían inmóvil.
La tripulación aprovecha la travesía para promover causas vinculadas con la protección marina. La iniciativa busca recaudar fondos para organizaciones dedicadas a reducir la contaminación oceánica y fortalecer la defensa de los ecosistemas afectados por desechos flotantes.
Este acto de solidaridad y compromiso con el medio ambiente por parte del equipo británico ha sido ampliamente elogiado por la comunidad, resaltando la importancia de anteponer la conservación de la vida marina a los intereses deportivos. Un gesto que demuestra que, incluso en las competencias más exigentes, hay espacio para la empatía y el cuidado del planeta.












