En 2025, Honduras se enfrentó a una alarmante proliferación de bandas criminales que convirtieron el miedo en una realidad cotidiana para la población. Según datos del Ministerio Público, hasta agosto de ese año se contabilizaron 63 grupos organizados criminales activos en el país, concentrados principalmente en actividades de extorsión y narcomenudeo.
Estas estructuras delictivas, que van desde la Banda del Cura hasta Los Olanchanos, se caracterizan por su capacidad de adaptación y movilidad, operando en múltiples municipios y departamentos. Ya no se trata de una "gran guerra", sino de una "multiplicación de fuegos" que ha sembrado el terror en barrios, mercados y comunidades enteras.
La fragmentación del crimen organizado ha generado una sensación de inseguridad generalizada, donde el miedo no llega de un solo golpe, sino que se instala "por goteo", cobrándole a transportistas, negocios y a cualquiera que quede en medio. Algunas de estas bandas, como la Banda de los Doctores, incluso han recurrido a tácticas de disfraz y engaño para acercarse a sus víctimas sin levantar sospechas.
Más allá de la violencia física, estas agrupaciones también han logrado imponer el miedo a través de la intimidación y la reputación, sin necesidad de estar presentes en todos lados. La sola idea de que pueden atacar en cualquier momento ha llevado a que muchas comunidades bajen la voz, cambien sus rutas y miren dos veces antes de abrir la puerta.
La fragmentación del crimen organizado también ha dificultado la labor de las autoridades, ya que estas bandas suelen funcionar como eslabones de una cadena más amplia, donde la caída de una estructura no significa necesariamente el fin del negocio, sino solo un cambio de manos.
Según los reportes, algunas de estas agrupaciones incluso cuentan con la participación de expolicías, lo que alimenta aún más la desconfianza de la población hacia las instituciones encargadas de brindar seguridad. Casos como el de la banda El Mango, vinculada a robos, secuestros y tentativas de asesinato, han sido un duro golpe a la credibilidad pública.
En resumen, el 2025 dejó en claro que Honduras enfrenta un "archipiélago" de bandas criminales, cada una con sus propias características y modus operandi, pero todas ellas alimentando un clima de miedo y desconfianza que parece haberse convertido en la nueva normalidad para los hondureños.












