Para los cubanos, la celebración del fin de año es una tradición cargada de significado. Más allá de la simple transición de calendario, es un momento de reafirmación de los lazos familiares y del compromiso colectivo con la historia patria. Una de las costumbres más arraigadas es la quema del muñeco que representa el año que termina.
Este año, el muñeco del 2025 será especialmente simbólico, pues buscará reflejar los duros retos que enfrentó el pueblo cubano durante ese período. Según relata Orlando, un residente de Ciego de Ávila, el muñeco "debe parecerse a los apagones, a la falta de agua, medicamentos, comida y transporte. Debe de parecerse a la emigración masiva, a los millones de puestos que estarán vacíos en las casas de la familia cubana, pero sobre todo, me gustaría que mi muñeco, se parezca más que todo a la envidia, la desunión y la apatía. Que tuviera un poco de inflación y de corrupción."
La quema de este muñeco se ha convertido en un ritual catártico, donde las familias salen a las calles, tiran agua, se saludan y se desean lo mejor para el nuevo año. "Que se quemara hasta no dejar ni cenizas y que los mayores deseos fueran la paz, la unidad de la familia, la apertura económica y la prosperidad de los cubanos", agrega Orlando.
Esta tradición, que se repite en todo el país, es una forma de despedir un año difícil y dar la bienvenida a un nuevo comienzo lleno de esperanza. "Que para el próximo año, millones de turistas deseen recibir el nuevo año en Cuba", expresa el entrevistado.
A pesar de los desafíos, el espíritu resiliente y el arraigo a las costumbres del pueblo cubano se mantienen intactos. Esta celebración del fin de año se convierte en un momento de unión y reafirmación de la identidad nacional, donde las familias se reúnen para mirar hacia el futuro con optimismo.
