La historia de "La niña de los fósforos", escrita hace casi dos siglos por el autor danés Hans Christian Andersen, sigue siendo profundamente actual y conmovedora. Este relato, que narra el desgarrador destino de una niña pobre que muere en la calle en una fría noche de invierno, es una denuncia social sobre la pobreza, la desigualdad y la falta de compasión hacia los más vulnerables.
A pesar de haber sido escrito en 1845, el mensaje de esta historia sigue resonando con fuerza en nuestros días. Andersen nos sitúa en la víspera de Año Nuevo, cuando una niña descalza y hambrienta intenta vender fósforos sin éxito. Mientras enciende uno a uno los fósforos para intentar calentarse, la niña imagina todo aquello que nunca tuvo: una estufa caliente, una mesa con comida, un árbol de Navidad iluminado. Estas visiones reflejan el anhelo de afecto, seguridad y protección que todo niño necesita.
Lamentablemente, el frío y la indiferencia de la sociedad terminan venciendo a la frágil niña, que muere sola en la calle, invisible para quienes celebraban sin mirar a su alrededor. Andersen no escribió esta historia solo para conmover, sino para despertar conciencia social sobre la pobreza y la desigualdad que afectan a los más vulnerables, especialmente a los niños.
Hoy, a pesar de los avances, seguimos encontrando niños en situación de calle, sin hogar ni protección. La Navidad, que nos recuerda el nacimiento del Niño Jesús, un niño humilde acogido por corazones sencillos, nos llama a seguir su ejemplo y ayudar a los más pequeños y desprotegidos. Visitemos albergues, llevemos regalos y demostremos que no están olvidados. Solo así podremos honrar el verdadero mensaje de estas fiestas y hacer que el nuevo año traiga más prosperidad, compasión y buena voluntad para todos.
