La irrupción en las democracias occidentales de las posiciones políticas más extremas de la derecha, auspiciadas sin rubor por el actual presidente norteamericano, está generando preocupación y nerviosismo en los ciudadanos.
En democracia, cualquiera de las opciones políticas que libremente escojan los ciudadanos es legítima. Sin embargo, hay varios aspectos que generan desazón y que deberían ser objeto de reflexión y preocupación.
El primero se refiere al auspicio sin rubor por parte de la actual presidencia norteamericana de opciones políticas de extrema derecha en el mundo occidental, como Milei (Argentina), Bukele (El Salvador), Orbán (Hungría), Le Pen (Francia), Farage (Reino Unido) y Kast (Chile). Estas ayudas se concretan en aportaciones económicas, colaboraciones estratégicas en congresos internacionales y a través de las redes sociales controladas por opciones políticas conservadoras de las grandes empresas tecnológicas.
Algunos intelectuales hablan ya abiertamente del "golpe de estado de los tecno-autoritarios", donde los "oligarcas-intelectuales" del capital del siglo XXI actúan como los intelectuales orgánicos de estas nuevas fuerzas políticas. Incluso la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos reciente augura un "incierto porvenir" e incluso la "desaparición de la civilización" para la Unión Europea.
La presión de la Administración de Donald Trump sobre la UE y las plataformas digitales estadounidenses en Europa ha escalado, imponiendo sanciones a personalidades europeas relacionadas con la moderación de contenido y la lucha contra el discurso de odio.
Para las opciones tradicionales de la derecha conservadora en Europa, la preocupación no es escasa. Los resultados electorales revelan una tendencia generalizada en Europa del ascenso de la extrema derecha y la crisis de las opciones tradicionales, incluyendo los partidos conservadores.
Tiempos convulsos en los que la posición de Estados Unidos no parece coincidir con la de sus aliados tradicionales europeos. La prolongación de la guerra en Ucrania y las dificultades para lograr unanimidad en la UE también generan inquietud. El avance de fuerzas políticas radicales, con ideas frontalmente contrarias a las democracias, es un desafío que preocupa a los ciudadanos.
