Carlos Agustín Aldao Maciel, nacido en Santa Fe, Argentina, en 1860, y José Martí, el célebre líder cubano, forjaron una estrecha amistad durante su trabajo conjunto en Washington a finales del siglo XIX. Esta historia de lealtad y compromiso mutuo entre los dos hombres es un testimonio conmovedor de cómo la colaboración y el respeto pueden trascender las fronteras.
Aldao, un abogado y diplomático argentino, conoció a Martí cuando este último fue contratado para traducir documentos relacionados con un litigio entre Argentina y Brasil sobre el territorio de Misiones. Desde el primer momento, surgió una conexión entre los dos hombres, que pronto se convirtió en una amistad sincera y duradera.
Martí, enfermo y agobiado por sus compromisos revolucionarios, encontró en Aldao un compañero de trabajo y un amigo leal. En una carta, Martí le escribió a Aldao: "Mi amigo Aldao: Caí en cama, en día de quehacer angustioso, y en este instante viene la primera persona tal vez ya muy tarde que puede enviar un mensajero, para que no me espere hoy. Y mañana, como esté, salgo, a un viaje peligroso. Y no puedo irme sin verlo, sin ver a mi compañero querido e inolvidable de trabajo."
Por su parte, Aldao admiraba profundamente a Martí y su dedicación a la causa de la independencia cubana. En su libro "A través el mundo", Aldao escribió: "El haber llevado por meses una vida de contacto casi a diario con él, trabajando juntos, el haber penetrado íntimamente en todas las delicadezas de aquella naturaleza selecta y de aquella alma fuerte, me mueve a escribir estas líneas como tributo a su memoria."
La amistad entre Aldao y Martí se forjó en torno a intereses comunes y un profundo respeto mutuo. Cuando Aldao tuvo que regresar a Argentina, le dejó a Martí una carta en la que le expresaba su deseo de abrazarlo antes de partir, deseándole que pudiera ver a Cuba libre, "o él creyera que estaba liberada".
Lamentablemente, Aldao y Martí no pudieron despedirse en persona, pero su vínculo trascendió el tiempo y la distancia. Aldao falleció en 1932, a los 71 años, y sus restos descansan en la necrópolis de Buenos Aires, tal como era su deseo. La amistad entre estos dos hombres ejemplifica cómo la colaboración y el entendimiento mutuo pueden forjar lazos inquebrantables, incluso en tiempos de adversidad y lucha.











