La ciudad de San Pedro Sula, Honduras, se ha visto sacudida por una serie de asesinatos que parecen estar conectados por un mismo patrón criminal. Según las investigaciones de la Policía, tres crímenes recientes cometidos en diferentes puntos de la ciudad habrían sido perpetrados por una misma célula dedicada al sicariato.
Las autoridades han descartado, por ahora, que los asesinatos compartan un mismo móvil. Sin embargo, el análisis del modus operandi de los crímenes ha permitido a los investigadores identificar coincidencias clave que apuntan a la participación de una sola estructura criminal.
En los tres casos, los sicarios actuaron con planificación, utilizaron armas de alto poder y huyeron de inmediato, sin dejar margen de reacción a las víctimas. Este patrón, característico del sicariato, prioriza la ejecución rápida y la evasión inmediata.
Las autoridades han identificado a los presuntos autores como integrantes de una célula de la Mara Salvatrucha (MS-13) dedicada al sicariato de alto perfil en el valle de Sula. Según los investigadores, se trata de una estructura con capacidad operativa, armamento pesado y conocimiento del territorio.
La detención de Kevin Alexander Padilla Bolat, alias "Chory", ha sido un hito en la investigación. Durante su arresto, las fuerzas de seguridad decomisaron un arsenal que incluía un fusil tipo AR-15, una pistola Five-Seven, una escopeta, dos granadas de fragmentación y municiones de diversos calibres. Este arsenal, señalan las fuentes policiales, es consistente con estructuras criminales que ejecutan asesinatos por encargo y se preparan para operar en distintos puntos de la ciudad.
Aunque las víctimas no estaban relacionadas entre sí, la Policía insiste en que los tres casos comparten a los mismos autores materiales. Esta característica es clave para entender el funcionamiento del sicariato, donde una misma célula puede ejecutar órdenes distintas sin que exista relación entre quienes mueren.
Mientras las investigaciones avanzan, la ciudad de San Pedro Sula queda marcada por una certeza incómoda: cuando el sicariato se instala como método recurrente, el impacto no se limita a las víctimas, sino que sacude a toda la sociedad.











