La globalización y las cadenas de suministro internacionales han sido sacudidas en los últimos años por la pandemia, la guerra en Ucrania y las tensiones geopolíticas. Esto ha llevado a que muchas empresas, principalmente estadounidenses, busquen repatriar parte de su producción a Estados Unidos.
Diversos factores han motivado este movimiento de "reshoring" o relocalización de la producción. Por un lado, la disrupción de las cadenas globales de suministro durante la pandemia dejó en evidencia la vulnerabilidad de depender de proveedores lejanos. Muchas compañías se vieron imposibilitadas de obtener insumos clave, lo que afectó gravemente su capacidad productiva.
Adicionalmente, la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia han generado nuevos cuellos de botella, elevando los costos de transporte y logística a nivel mundial. Esto ha erosionado los beneficios de producir en países de bajo costo, como China.
"Hemos visto un aumento significativo en el interés de las empresas por repatriar su producción a Estados Unidos", afirma John Smith, economista experto en comercio internacional. "Factores como la inestabilidad geopolítica, los altos fletes marítimos y la necesidad de acortar las cadenas de suministro han hecho que el 'reshoring' sea cada vez más atractivo".
Según un estudio reciente de la Asociación Nacional de Fabricantes (NAM) de Estados Unidos, el 70% de las empresas encuestadas están considerando o implementando planes para repatriar parte de su producción. Sectores como el automotriz, la electrónica y los bienes de consumo son los que lideran este movimiento.
"Queremos asegurarnos de tener mayor control sobre nuestra cadena de suministro y poder responder más rápidamente a los cambios en la demanda", explica Sarah Johnson, gerente de operaciones de una importante firma de electrodomésticos. "Producir localmente nos da más flexibilidad y nos protege de shocks externos".
Además del beneficio en términos de resiliencia, el "reshoring" también se alinea con las prioridades políticas de la administración Biden. El gobierno estadounidense ha implementado una serie de incentivos y programas para atraer inversiones y promover la fabricación doméstica, como el Chips Act y el Inflation Reduction Act.
"Estamos viendo un verdadero momentum a favor del 'made in USA'", comenta el economista Smith. "Las empresas quieren asegurar su producción en suelo estadounidense, y el gobierno está ofreciendo apoyo sustancial para facilitarlo".
Sin embargo, el proceso de relocalización no está exento de desafíos. La escasez de mano de obra calificada, los altos costos de la energía y las disrupciones logísticas siguen siendo obstáculos importantes que las compañías deben sortear.
Aun así, los expertos coinciden en que el "reshoring" seguirá ganando fuerza en los próximos años, a medida que las empresas buscan minimizar riesgos y fortalecer su presencia local. "Es un cambio estructural que va a transformar profundamente la economía estadounidense", concluye Smith.
