Hace 36 años, el 20 de diciembre de 1989, el ejército estadounidense invadió Panamá en una operación denominada "Just Cause" (Causa Justa). El objetivo era desarticular por completo a las Fuerzas de Defensa panameñas, que en ese entonces eran el brazo operativo de la dictadura que gobernaba el país.
La forma en la que se ejecutó la operación no fue la más quirúrgica y precisa. Muchas vidas, tanto de culpables como de inocentes, se perdieron ese día. El comercio nacional fue devastado y el trauma colectivo de la población panameña no ha tenido precedentes. Todo esto con el fin de extirpar a un solo hombre: el entonces dictador Manuel Noriega.
En lugar de una "endodoncia" para tratar la "pieza enferma", se optó por una "amputación con serrucho", llevándose consigo un pedazo sano de la sociedad. Panamá se recuperó, pero la sombra de esos tiempos no debe ser olvidada.
En aquel entonces, la sociedad panameña convivía con elementos psicópatas que se habían institucionalizado en las fuerzas militares y policiales. Verdaderos torturadores, colectivamente malos y socialmente despiadados, conformaron parte de la vida de los panameños.
Los relatos de las atrocidades cometidas por estos efectivos son estremecedores. Obligaban a los manifestantes a tomar agua de mar en lugar de agua potable, los sumergían hasta el cuello en tanques sépticos de la prisión, y utilizaban gruesas mangueras y perdigones para reprimir violentamente a la población.
Hoy, 36 años después, muchos de aquellos torturadores aún caminan entre nosotros, doblegados por los años y las canas. Algunos, quizás, sufren del "golpe de conciencia" que les acecha cada noche. Otros, sin remordimiento alguno, deberán hacer su "paz" con la muerte, ese "nivelador y redentor" que nos espera a todos.
Es importante recordar y aprender de esas páginas deplorables de la historia, para saber hacia dónde nos dirigimos como nación. Afortunadamente, los actores de aquella maldad colectiva ya no tienen autoridad. Hoy son meras sombras que se arrastran con el peso de la edad, dependientes de sus seres queridos e inofensivos. Pero no deben ser olvidados, pues fueron instrumentos para hacer el mal en un día.









