Los organopónicos, huertos urbanos impulsados hace 38 años en Cuba, se han consolidado como una solución clave para la producción de alimentos en el país, incluso en medio de desafíos como escasez de insumos y fenómenos meteorológicos extremos.
En Pinar del Río, más de 300 de estas instalaciones mantienen una producción constante de hortalizas y vegetales, abasteciendo a la población local. Según datos oficiales, en 2022 lograron recuperarse rápidamente tras los daños causados por el huracán Ian, reactivando la cosecha de productos como lechuga, acelga y espinaca en poco más de un mes.
La Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar se ha convertido en la vía más ágil para que la agricultura cubana responda a los impactos de eventos climáticos extremos. Actualmente, este programa abarca 1.244 estructuras productivas en la provincia, con un promedio de 10,2 kg de producción por metro cuadrado.
Más allá de los organopónicos, el programa también incluye parcelas tecnificadas, huertos intensivos y casas de cultivo, así como 65.000 patios familiares que contribuyen al autoabastecimiento de las comunidades. Sin embargo, persisten retos como la obtención de insumos orgánicos y la disponibilidad de mano de obra.
Para superar estas limitaciones, las unidades productivas han ganado autonomía en la gestión de sus recursos, lo que les ha permitido invertir en mejoras como nuevos sistemas de riego con energía solar. Además, han diversificado su oferta con la producción de condimentos secos y plantas medicinales.
Lejos de los cuestionamientos iniciales, hoy la Agricultura Urbana en Pinar del Río enfrenta la creciente demanda de la población, lo que impulsa a estos huertos a seguir expandiendo y perfeccionando su modelo de producción sostenible.










