En el ajedrez del poder en Brasilia, el fortalecimiento de la figura de Flavio Bolsonaro, hijo del expresidente Jair Bolsonaro, ha generado un fenómeno inusual: una celebración silenciosa en el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva. Mientras el clan Bolsonaro cierra filas para garantizar la continuidad dinástica, el oficialismo respira aliviado al ver cada vez más probable su hipótesis de conflicto preferida: enfrentar al "Hijo 01" y llevar la elección al terreno de la polarización y la defensa de la democracia.
Flavio emerge como el único superviviente del clan Bolsonaro con fuero privilegiado, después de que la Cámara de Diputados decretara la pérdida de mandato de su hermano Eduardo Bolsonaro y de Alexandre Ramagem, el exjefe de inteligencia condenado por la intentona golpista del 8 de enero. Sin embargo, a pesar de que Flavio duplica en intención de voto al gobernador paulista Tarcisio de Freitas en un escenario de primera vuelta, enfrenta un "techo de cristal" que celebra el gobierno: un 69% de los independientes afirma que "jamás votaría" por él.
La consolidación de Flavio como el rostro de la derecha para las elecciones presidenciales de 2026 ha generado tensiones en la coalición conservadora. El pastor Silas Malafaia, habitual puente entre los evangélicos y el bolsonarismo, rompió lanzas públicamente y pidió por Tarcisio en una fórmula con la exprimera dama Michelle.
Mientras tanto, el presidente Lula exhibe una tranquilidad que contrasta con el nerviosismo opositor, y afirma que "la extrema derecha no volverá a gobernar este país". Sin embargo, la campaña de 2026 ya tiene guión, con Lula dispuesto a vetar la reducción de penas para los golpistas del 8 de enero, consciente de que el fantasma del pasado puede seguir siendo su mejor jefe de campaña.









