La época navideña es una temporada mágica llena de alegría y unión familiar. Sin embargo, incluso en estos días festivos, es común que algunos rencores y resentimientos sigan presentes en nuestras vidas. ¿Por qué no aprovechar esta época para aclararlos y sustituirlos por comprensión?
Una antigua leyenda japonesa nos relata la historia de un belicoso samurái que retó a un venerable maestro a explicar, en pocas palabras, la diferencia entre el cielo y el infierno. El monje, mirando fijamente al guerrero, le dijo con desdén: "¡No puedo perder el tiempo con patanes como tú!". Ofendido, el samurái desenvainó su espada y gritó: "¡Podría matarte por tu impertinencia!".
Fue entonces cuando el monje le explicó calmadamente: "Eso es el infierno". Totalmente desconcertado al percibir la verdad en las palabras del maestro respecto a la furia que lo dominaba, el samurái se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección. "Y eso", añadió el monje, "es el cielo".
Esta historia ilustra la diferencia crucial que existe entre quedar atrapado en un sentimiento negativo y tomar conciencia de él, sin permitir que nos arrastre. Algo que, en la agitada época navideña, puede ser más difícil de lo que parece.
Durante estas fechas, es común que el estrés por las compras de último momento, el tráfico denso y el ajetreo general nos generen mal humor. Sin embargo, como decía Dale Carnegie, para ser felices solo tenemos que hacer una cosa: tener los pensamientos adecuados.
Al igual que el samurái, debemos ser conscientes de nuestros sentimientos negativos, pero no dejar que nos dominen. Sólo así podremos conocer, como él, la diferencia entre el infierno y el cielo. Porque, en definitiva, la Navidad es una época para disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos y dejar atrás los rencores del pasado, abriéndonos a la comprensión y la armonía.












