José Lezama Lima, uno de los más grandes escritores cubanos del siglo XX, dejó un legado que trasciende las fronteras de la literatura. Su obra poética, narrativa y ensayística se caracterizó por un lenguaje barroco y una profunda erudición, pero detrás de esa complejidad se escondía una búsqueda incansable de la poesía como "el manantial dentro del mar".
Lezama nació en La Habana en 1910 y desde muy joven se convirtió en una figura clave de la intelectualidad cubana. Su decisión de no aceptar el financiamiento del gobierno de Batista para la revista Orígenes, que él dirigía, marcó un hito en su trayectoria. Prefirió ver morir a la publicación antes que "manchada por el dinero fruto del latrocinio y la sangre".
Este gesto ético, que le cerró las puertas a Orígenes, fue solo uno de los episodios que forjaron el mito de Lezama aún en vida. Su religiosidad particular, su admiración por Martí, su temor a los viajes y su compleja obra lo convirtieron en un "cosmos" dentro de las letras cubanas y universales.
La publicación de su novela Paradiso, que desató incomprensiones y un ostracismo, terminó por sedimentar su lugar en la literatura. Virgilio López Lemus, estudioso de su obra, afirma que Lezama es uno de esos "poetas de poetas" que exigen una lectura sistemática y profunda, más allá de la simple contradicción entre "entiendo/no lo entiendo".
En sus textos, Lezama buscaba la poesía como esa "agua diferenciándose del agua" que define la trascendencia de la especie humana. Su lenguaje barroco y sus referencias culturales filtradas en sus escritos escondían una visión del mundo en la que el hombre, a través de sus días, debe intentar "lo más difícil" para transfigurarse y ver "los peces en la canasta estelar de la eternidad".
Lezama Lima, a 115 años de su nacimiento, sigue siendo una figura clave de la literatura cubana y universal, cuya obra y ética desafiaron los embates del tiempo y los intentos de silenciarla.
