El marisco es uno de los platos estrella en las cenas de Navidad, junto al jamón, los huevos rellenos y los canapés. Pero, ¿qué hay detrás de este lugar privilegiado que ocupan las gambas y los langostinos en la gastronomía española? Más allá de su exquisito sabor, estos crustáceos también destacan por su perfil nutricional.
Según la Fundación Española de la Nutrición (FEN), el consumo de gambas y langostinos puede aportar importantes beneficios para la salud, siempre que se haga con moderación y en el contexto de una dieta equilibrada. Ambos mariscos se caracterizan por su elevado contenido en proteínas de alto valor biológico, lo que significa que aportan aminoácidos esenciales necesarios para el mantenimiento de los tejidos, la masa muscular y numerosas funciones metabólicas.
Además, se trata de proteínas magras, ya que las gambas y los langostinos contienen poca grasa total, lo que los convierte en una opción interesante para dietas de control de peso o planes alimentarios saludables. Incluso, estos crustáceos aportan ácidos grasos omega-3, conocidos por su efecto protector sobre la salud cardiovascular.
En cuanto a minerales, los langostinos y las gambas destacan por su alto contenido en yodo, fundamental para el correcto funcionamiento de la glándula tiroides y la regulación del metabolismo. También aportan fósforo, selenio, zinc, calcio y magnesio, nutrientes esenciales para la salud ósea, inmunológica, muscular y nerviosa.
En el apartado vitamínico, estos mariscos contienen cantidades significativas de vitamina B12, esencial para la formación de glóbulos rojos y el buen funcionamiento del sistema nervioso, y de niacina o vitamina B3, que contribuye al metabolismo energético normal y al mantenimiento de la piel y las mucosas.
Sin embargo, no todo son ventajas. Tanto los langostinos como las gambas presentan concentraciones relativamente altas de colesterol, lo que puede ser relevante para quienes siguen dietas específicas, como aquellas destinadas a controlar la hipercolesterolemia o determinadas patologías cardiovasculares. En estos casos, la FEN recomienda moderar su consumo y priorizar métodos de cocción sencillos, como hervidos o a la plancha, evitando salsas grasas.
Otra consideración importante es su potencial alergénico. Al tratarse de crustáceos, langostinos y gambas pueden provocar reacciones alérgicas en personas sensibles, por lo que deben evitarse completamente en estos casos.
En definitiva, el marisco navideño, representado por las gambas y los langostinos, ofrece un perfil nutricional interesante, con importantes beneficios para la salud, siempre que se consuma con moderación y se tengan en cuenta ciertos factores de riesgo. Una opción gastronómica que, sin duda, merece un lugar privilegiado en las mesas de Navidad.










