Las mafias del Sudeste Asiático, principalmente de Camboya y Birmania, han ampliado sus redes de ciberestafas a España y Latinoamérica, reclutando a ciudadanos locales que faciliten el fraude a víctimas de sus propios países.
Según denuncias de la ONU y organizaciones, estos centros de estafa operan en condiciones casi carcelarias, con casos de torturas, maltratos e incluso muertes de trabajadores que no cumplen con los objetivos impuestos por las organizaciones criminales, muchas de ellas de origen chino.
Un español de 40 años, identificado como David, relató a la agencia EFE cómo colaboró durante cinco meses en una de estas estafas, revisando y asesorando en la redacción de mensajes en español para hacerlos más creíbles. Asegura que no tuvo contacto directo con las víctimas, pero que llegó a inventar una ubicación ficticia en Madrid para dar más verosimilitud a la trama.
Además del testimonio de David, se han documentado casos de decenas de ciudadanos colombianos y brasileños rescatados de estos centros en Camboya, donde eran mantenidos en condiciones de semiesclavitud y obligados a cometer fraudes digitales bajo amenazas.
Según expertos, alrededor del 85% de estas mafias son de origen chino y podrían generar entre 50.000 y 70.000 millones de dólares anuales, convirtiéndose en el principal motor económico de la región del Mekong, superando incluso al tráfico de drogas.
Las autoridades advierten que estas organizaciones utilizan sofisticadas técnicas, incluyendo inteligencia artificial, para engañar a sus víctimas, que se encuentran a miles de kilómetros de distancia. Además, camuflan sus operaciones en edificios de oficinas, hoteles y apartamentos, mudándose constantemente para evitar ser detectados.
Expertos y víctimas instan a denunciar cualquier indicio de estas estafas y recopilar toda la información posible, ya que es la única manera de poder hacer algo ante este fenómeno delictivo de alcance global.
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