La decisión del Banco de México de recortar en 25 puntos base la tasa objetivo no sorprendió al mercado, pues era un movimiento ampliamente anticipado. Sin embargo, el mensaje que acompañó la decisión y los matices revelados en torno a la política monetaria hacia adelante son lo verdaderamente relevante.
La votación en la Junta de Gobierno no fue unánime, con Jonathan Heath nuevamente a favor de mantener sin cambio la tasa. Este voto disidente ya no es una excepción aislada, sino una señal consistente de que Heath muestra una preocupación clara por los riesgos inflacionarios latentes, especialmente por la persistencia de la inflación subyacente.
El comunicado del banco central marca un cambio de tono significativo. Aunque la Junta juzgó apropiado continuar con el ciclo de disminuciones, dejó claro que hacia adelante evaluará con cautela el momento de realizar ajustes adicionales. Esto significa que el ciclo de relajación monetaria entra en pausa, y cualquier nueva baja dependerá de evidencia clara y sostenida de una trayectoria descendente de la inflación, particularmente en su componente subyacente.
No es casual que el propio comunicado reconozca que los pronósticos de inflación general y subyacente por parte de Banxico se ajustaron al alza para el cuarto trimestre de 2025 y los primeros trimestres de 2026. El banco central admite que la reducción de la inflación de servicios será más gradual de lo previsto y que el repunte de las mercancías no alimenticias también ha incidido. A ello se suma un entorno internacional complejo, marcado por tensiones comerciales y riesgos geopolíticos que podrían traducirse en nuevas presiones de costos.
Sin embargo, Banxico mantiene la expectativa de que la inflación general convergerá a la meta de 3 por ciento en el tercer trimestre del 2026. El mercado cambiario leyó correctamente ese mensaje, y el peso no mostró movimientos significativos frente al dólar, confirmando que la decisión estaba descontada y que el sesgo más restrictivo del comunicado ayudó a anclar expectativas.
Conviene poner el movimiento en perspectiva real. Cuando Banxico inició el ciclo de bajas, en marzo de 2024, la tasa de referencia se ubicaba en 11.25 por ciento, con una inflación cercana a 4.5 por ciento. La tasa real ex ante superaba entonces 6.6 por ciento, claramente en terreno restrictivo y entre las más altas del mundo. Con el recorte reciente, la tasa nominal queda en 7 por ciento, y la tasa real ex ante se ubica alrededor de 3.1 por ciento, ya dentro del rango de neutralidad estimado por el propio Banxico.
Ese dato explica por qué el banco central puede darse el lujo de frenar el ciclo. La restricción monetaria ya se redujo de forma significativa y seguir bajando la tasa sin una mejora clara en la inflación podría resultar prematuro.
Banxico confía en que el bajo crecimiento económico de apenas 0.3 por ciento este año y 1.1 por ciento en 2026 genere holgura de demanda y ayude a contener presiones inflacionarias. A ello se suma un tipo de cambio más fuerte de lo previsto, que ha contribuido a moderar el traspaso de costos a precios finales.
Sin embargo, el mayor desafío del Banxico actualmente está en las expectativas de inflación que pueden deteriorar su credibilidad. Las encuestas de mercado ubican la inflación esperada para 2026 entre 3.8 y 3.9 por ciento, mientras que la guía prospectiva del banco central sigue anticipando una convergencia ordenada a la meta de 3 por ciento. Esta brecha no es menor, y si el mercado deja de creer en el escenario inflacionario del banco central, su credibilidad, su activo más valioso, puede verse amenazada.











