La dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela se ha convertido en un rompecabezas sin solución a la vista. A diferencia de otros regímenes autoritarios de la región que cedieron el poder, el gobierno chavista se ha aferrado férreamente al control del país, haciendo cada vez más difícil su salida.
La clave está en que los miembros y facilitadores del régimen no solo han acumulado enormes fortunas personales, sino que han absorbido gran parte de la economía venezolana a través de la estructura militar y partidista. Esto hace que les sea muy difícil soltar las riendas del poder, pues perderían mucho más que eso.
Por otro lado, la oposición auténtica tampoco tiene incentivos para sentarse a negociar con el régimen, ya que eso podría costarles toda su credibilidad. Las mesas de diálogo impulsadas por el gobierno han sido más bien "penosos remedos" que han desacreditado cualquier intento de acuerdo.
En este contexto, la intervención directa parece ser la única salida, y el presidente estadounidense Donald Trump ha caminado hacia ella, forzando los límites de la legalidad. Sin embargo, Trump es consciente de que una guerra sería impopular y su resultado incierto, por lo que permanece reticente a dar ese paso.
Mientras tanto, Trump mira hacia sus votantes y les presenta el asunto como parte de su agenda doméstica de control migratorio, combate contra el tráfico de drogas y retribución en forma de petróleo. La dictadura de Maduro se ha convertido en un verdadero rompecabezas, sin una solución clara a la vista.












