En Guayaquil, la calle 6 de Marzo se transforma cada diciembre en un colorido escenario donde la tradición de los Años Viejos cobra vida. Desde noviembre, los monigotes comienzan a ocupar veredas, patios y garajes del Suburbio, marcando el inicio de una temporada que cambia por completo el ritmo de este barrio.
Detrás de ese colorido que atrae a visitantes de toda la ciudad, hay jornadas largas y un trabajo que empieza meses antes. Algunos artesanos comienzan a fabricar los monigotes desde mediados de año, almacenándolos y pintándolos conforme se acerca la temporada alta.
Maribel Vélez, artesana y madre soltera, inicia su producción desde marzo. Para ella, el esfuerzo detrás de cada figura no siempre es visible para quienes solo ven el producto final. "La gente piensa que esto no cuesta, pero no ve el sacrificio: el papel, la goma, el sol, subir y bajar los muñecos. Esto es trabajo, es arte", explica.
Los materiales se han encarecido en los últimos años, lo que obliga a muchos artesanos a buscar alternativas, reciclar o producir menos piezas. Aun así, la mayoría persiste, conscientes de que diciembre es una oportunidad clave para equilibrar las cuentas del año.
Joshua Races, uno de los artesanos, aprendió el oficio de su abuelo y espera legarlo a su hijo pequeño. Para él, el movimiento que se genera en estas fechas es clave para entender por qué la tradición sigue viva y se transmite de generación en generación.
Aunque reconocen que ya no todos mantienen la tradición de quemar el Año Viejo, los artesanos coinciden en que diciembre sigue siendo una época especial. Mucho antes de los moldes y el cartón, los Años Viejos en Guayaquil se hacían con aserrín, ropa usada y máscaras improvisadas. Así nació una tradición que no respondía a la estética, sino al ingenio, y que con los años se transformó en un oficio que hoy define a la calle 6 de Marzo.
Fabián Meza, artesano y uno de los iniciadores de esta actividad en la zona, recuerda ese origen y la evolución del oficio a lo largo de décadas. "Esta tradición se inició con los muñecos de aserrín. Uno mismo cogía la ropa que ya estaba usada, traía aserrín de los aserraderos, lo rellenaba y buscaba la máscara. Y ese era el año viejo. Así comenzó todo esto, hace unos cuarenta o cincuenta años".
Con el tiempo llegaron las estructuras de madera y cartón, y con los años los moldes permitieron producir en serie. La forma cambió, pero el sentido sigue siendo el mismo. Monigotes pequeños, figuras medianas o gigantes de varios metros siguen alineándose en la 6 de Marzo, recordando que, en Guayaquil, hay un lugar donde el fin de año empieza antes de tiempo y donde una tradición se sostiene gracias al trabajo silencioso de familias que, año tras año, se niegan a dejarla desaparecer.











