Cada diciembre, un ritual político se repite en Guatemala: los ministros y secretarios de Estado presentan sus "cartas de renuncia" para poner el cargo a disposición del presidente. Esta práctica, más formal que efectiva en muchos casos, es una tradición institucional que marca el fin del año administrativo y reafirma la confianza presidencial en su gabinete.
En ese aspecto, el presidente Bernardo Arévalo se refirió a que ya comenzó a recibir las primeras cartas de sus funcionarios en donde ponen a disponibilidad sus cargos. "Las cartas no son cartas de renuncia. Las cartas lo que hacen es que ponen a disponibilidad del presidente el cargo", detalló el gobernante en el Palacio Nacional de la Cultura durante una conferencia.
"Sí, hay varias que ya han estado llegando. La verdad es que no me estoy fijando en cuáles son. Me dijeron que ya hay varias que han estado llegando, pero llegan en el curso de estos días", dijo Arévalo.
La decisión de qué funcionarios dejarán el Ejecutivo recae en el gobernante. En la práctica, la mayoría de esas cartas nunca son aceptadas. Se archivan como un mero trámite. No obstante, en un contexto político como el guatemalteco, este ritual de diciembre mantiene su importancia: simboliza la autoridad presidencial, marca un ciclo de gobierno y, sobre todo, recuerda que en la esfera del poder, la permanencia es, en última instancia, una decisión discrecional.
Este procedimiento anual es una tradición arraigada en Guatemala, donde los ministros y secretarios de Estado presentan sus cartas de renuncia al presidente como un gesto simbólico de lealtad y confianza. Si bien el mandatario tiene la potestad de aceptar o rechazar estas renuncias, en la práctica la mayoría de ellas son archivadas sin mayores cambios en el gabinete.
Arévalo, quien asumió la presidencia en enero de 2023, ha recibido estas cartas de renuncia de sus funcionarios como parte de este ritual político. Sin embargo, el mandatario ha dejado claro que no planea realizar cambios significativos en su equipo de gobierno por el momento, manteniendo la confianza en su actual gabinete.
Este procedimiento anual, si bien es más simbólico que efectivo, refleja la dinámica de poder en la esfera política guatemalteca. Marca el fin de un ciclo administrativo y reafirma la autoridad del presidente, quien tiene la última palabra sobre la permanencia de sus ministros y secretarios de Estado.










