La búsqueda de meteoritos se ha convertido en un lucrativo negocio a nivel global. Personas como Roberto Vargas, un estadounidense de origen puertorriqueño, han dejado sus trabajos para dedicarse exclusivamente a rastrear estas preciadas rocas provenientes del espacio exterior.
El interés de coleccionistas privados por adquirir fragmentos de material extraterrestre ha disparado los precios de los meteoritos, llegando incluso a alcanzar millones de dólares en subastas. Tal fue el caso de un meteorito marciano de 24 kilos vendido por 4,3 millones de dólares en Nueva York el año pasado.
Sin embargo, esta creciente comercialización ha generado debates sobre la propiedad y la legalidad de la extracción de estos objetos. Muchos países carecen de legislaciones específicas sobre los meteoritos, lo que ha facilitado el contrabando y la salida ilegal de estas piezas de valor científico y cultural.
Por un lado, grupos como las "Azmeteóricas", un equipo de científicas brasileñas, se apresuran a recuperar los meteoritos recién caídos para asegurar que terminen en manos de instituciones de investigación. Por otro, buscadores como Vargas defienden su labor, argumentando que también tienen motivaciones científicas y que buscan proteger y estudiar estas rocas.
La tensión entre la comercialización y la preservación de los meteoritos como patrimonio científico y cultural pone de manifiesto la necesidad de una regulación más clara y efectiva a nivel internacional. Mientras tanto, la carrera por estas preciadas piezas del espacio continúa, con un mercado cada vez más lucrativo y una creciente preocupación por su adecuada gestión.











