Ghazi Mohamed, un sirio que estuvo a punto de ser ejecutado en la cárcel de la base aérea de Mezzeh en Damasco, relata cómo los rebeldes tomaron la capital en apenas 11 días, poniendo fin a medio siglo de dictadura familiar. Su testimonio refleja el dramático cambio que vivió Siria en los últimos estertores de la guerra civil.
El 9 de diciembre de 2024, mientras el mundo miraba atónito cómo los rebeldes habían tomado Damasco sin apenas resistencia y el dictador Bashar El Asad había huido a Moscú, un video grabado con un teléfono móvil conquistó las redes sociales. En él, un sirio entonces desconocido, Ghazi Mohamed, contaba emocionado que acababa de ser liberado de la cárcel de la base aérea de Mezzeh.
Mohamed, de 39 años, recuerda con detalle los dramáticos momentos previos a su liberación. Cuenta que estuvo a punto de ser ejecutado junto a otros 54 presos, cuando de repente escucharon el ruido de un helicóptero aterrizando. "Vi todo preparado para la ejecución. Incluso los barriles de diésel para hacer explotar el sitio. Entendí que era el final", relata con la voz quebrada.
Sin embargo, los rebeldes llegaron a tiempo y lograron liberar a los presos. Mohamed salió descalzo y casi desnudo, siendo acogido por familias que le dieron ropa y comida. "Fue todo muy rápido. Solo pasaron unos minutos entre que despegó el helicóptero y entraron a liberarnos", recuerda.
La rápida caída de Damasco se enmarca en la ofensiva relámpago liderada por el grupo islamista Hayat Tahrir El Sham, que en apenas 11 días arrebató el control de gran parte de Siria al régimen de Asad y a sus aliados rusos, iraníes y de Hezbolá. Un vuelco histórico que puso fin a medio siglo de dictadura familiar.
Mohamed, que había sido arrestado en Damasco cuando intentaba conseguir pasaportes para su familia, relata los horrores que sufrió durante su cautiverio. Estuvo casi un mes siendo torturado, con métodos brutales como ser colgado de una tubería durante 11 días. "Me preguntaban quién era quién. Y me hubiera encantado saberlo, para tener algo que darles. No entendía lo que querían", confiesa.
Tras cinco meses en una celda sin lavabo, Mohamed fue testigo de cómo los carceleros abrían todas las celdas individuales el 8 de diciembre, encadenando a los 54 presos y preparando su ejecución. "Tenía sentimientos contradictorios. Por un lado pensaba: 'Tengo hijos, cómo van a vivir ahora'. Por otro: 'Basta, ha llegado el momento de descansar'", relata.
Finalmente, la inesperada llegada de los rebeldes salvó la vida de Mohamed y los demás presos. Hoy, un año después, Mohamed ha retomado la actividad en la tienda familiar de alfombras en Maar Shurin, entre Hama y Alepo. Pese a arrastrar dolores de las torturas y seguir sin casa, ha rehecho su vida y recuperado parte del peso perdido. Su testimonio refleja el dramático cambio que vivió Siria en los últimos estertores de la guerra civil.











