La Novena de Navidad, una de las tradiciones más importantes para los cristianos, se perfila como un momento clave en la preparación espiritual para la celebración del nacimiento de Jesús. Durante estos nueve días previos a la Navidad, familias, amigos y comunidades de creyentes se reúnen para elevar oraciones y reflexionar sobre los eventos que antecedieron al nacimiento del Salvador.
En el segundo día de la Novena, la reflexión se centra en la obediencia y el amor que demostraron José y María ante los inesperados cambios de planes que enfrentaron cuando se les ordenó viajar a Belén para cumplir con un censo. A pesar de las dificultades, la pareja se preparó de inmediato para emprender el viaje, enseñándonos que "sin escucha no hay orden y que cumplir lo mandado es lo correcto".
Esta actitud de obediencia a la voluntad de Dios es el ejemplo que Jesús nos dejó, y que debemos imitar en nuestras vidas. Como señala el Papa León XIV, "en el seno de las familias está el futuro de los pueblos", por lo que la Novena hace un llamado a que las familias escuchen la voz de Dios y se mantengan fieles a Su voluntad, aun cuando eso implique cambiar nuestros propios planes.
La Navidad, entonces, se convierte en una invitación a "escuchar la voz de Dios y ser obedientes a su voluntad de amarnos, de darnos abrazos de perdón", incluso cuando eso vaya en contra de nuestras propias ideas y proyectos. Es un momento para arrepentirnos de nuestra rebeldía, de nuestro "oído sordo a sus llamados", y abrir nuestros corazones a la gracia de Dios.
En este segundo día de la Novena, se nos pide preparar la venida del Niño Jesús escuchando y obedeciendo la voz de Dios en nuestros padres, maestros y demás autoridades, "sin que nos lo repitan dos o tres veces y con alegría". Pues, como afirma San Pedro Crisólogo, "Dios quiso nacer como un niño para enseñarnos a amarlo y no temerlo".











