Un estudio realizado por investigadores surcoreanos ha revelado una relación significativa entre el síndrome de piernas inquietas (SPI) y la enfermedad de Parkinson, dos trastornos neurológicos relacionados con la disfunción del sistema dopaminérgico cerebral.
El análisis de una amplia cohorte nacional señala que el SPI podría constituirse en un importante marcador temprano del riesgo de Parkinson, y apunta a que ciertas terapias farmacológicas podrían modificar el curso de esa evolución.
El estudio, publicado en la revista JAMA Network Open, se basó en el seguimiento de casi 20.000 personas durante 15 años. Los investigadores identificaron a 9.919 personas diagnosticadas con SPI y las compararon con un grupo control de igual tamaño.
A lo largo del periodo de seguimiento, un 1,6% de los pacientes con SPI desarrolló Parkinson, frente al 1,0% registrado entre los controles, lo que establece una duplicación en el riesgo relativo de desarrollar la enfermedad neurodegenerativa entre quienes sufren SPI.
Uno de los hallazgos más notables del trabajo surge al diferenciar a los pacientes de SPI según el tipo de tratamiento recibido. Aquellas personas con SPI que nunca recibieron terapia farmacológica llegaron a registrar la mayor incidencia de Parkinson (2,1%) y un inicio más temprano de la enfermedad.
En contraste, los sujetos tratados con agonistas de la dopamina experimentaron una tasa marcadamente inferior de aparición de Parkinson, situada en apenas el 0,5%, e incluso evidenciaron una edad de aparición de síntomas posterior a la observada entre los controles sanos.
Este resultado llevó a los autores a proponer que los agonistas dopaminérgicos, empleados habitualmente para aliviar los síntomas del SPI, podrían estar ejerciendo un cierto efecto protector sobre las vías motoras del cerebro involucradas en el proceso neurodegenerativo.
"El síndrome de piernas inquietas podría servir como un marcador clínico temprano de la enfermedad de Parkinson, especialmente en personas sin tratamiento", afirmó el profesor Jong Hun Kim, director del proyecto. Además, destacó que "nuestros resultados indican que la terapia con dopamina, utilizada para el control de los síntomas, puede conferir beneficios protectores a las vías motoras del cerebro".
Los investigadores también admiten que la asociación entre SPI y Parkinson podría deberse a la confluencia de múltiples factores, como la alteración del sueño crónica, la deficiencia de hierro y posibles disfunciones en vías inmunológicas o metabólicas.
Las implicaciones clínicas del estudio se centran en la relevancia de identificar y tratar el SPI en sus fases iniciales, ya que monitorear y tratar este síndrome "no solo puede mejorar la calidad del sueño, sino que también podría influir en la salud neurológica a largo plazo", según el profesor Kim.
Si la protección otorgada por los agonistas de la dopamina se confirma en futuros estudios, tratar el SPI podría convertirse en una estrategia preventiva frente a la neurodegeneración.










