Mario Vargas Llosa, el célebre escritor peruano y ganador del Premio Nobel de Literatura, tuvo una infancia marcada por una "dictadura familiar" ejercida por su padre, Ernesto Vargas, quien hizo hasta lo imposible por destruir su incipiente vocación de escritor. Sin embargo, paradójicamente, esa dura experiencia también forjó en Vargas Llosa el "indómito e inquebrantable deseo de escapar y lograr ser una estrella del maravilloso mundo de la literatura".
La compleja relación de Vargas Llosa con sus padres, especialmente con su padre, es un aspecto clave para entender el desarrollo de su carrera como uno de los grandes novelistas del siglo XX. En su libro de memorias "El pez en el agua", el escritor relató cómo, a partir de los 10 años, sufrió los abusos psicológicos y físicos de un padre "desalmado y resentido" que veía con disgusto su inclinación por la escritura y la lectura.
Ernesto Vargas, un radioperador de la línea aérea Panagra, había abandonado a la madre de Vargas Llosa, Dorita Llosa Ureta, cuando este era un bebé. Años después, cuando Dorita lo sacó de la casa familiar en Piura para presentarle a su padre, el joven Mario quedó devastado al descubrir que su "héroe" de la Marina no había muerto, como le habían hecho creer los Llosa.
A partir de ese momento, Vargas Llosa sufrió los constantes ataques de su padre, quien lo internó en un colegio militar "para corregirlo" cada vez que encontraba alguno de sus poemas. Esa "dictadura familiar", según el propio escritor, fue crucial para forjar su carácter y su determinación de convertirse en un gran escritor, pese a la oposición de su progenitor.
Cuando Vargas Llosa recibió el Premio Nobel de Literatura en 2010, en su discurso de aceptación agradeció a los curas de su colegio en Cochabamba, a Perú y a su esposa Patricia Llosa, pero no hizo mención alguna a sus padres. La omisión del nombre de su padre fue considerada justa, pero la ausencia de su madre Dorita generó más de un interrogante.
Años después, el propio Vargas Llosa reflexionó que tal vez nunca le perdonó a su madre que fuera ella quien le abriera las puertas del "infierno" al presentarle a su padre cuando tenía 10 años. Sin embargo, también reconoció que fue esa traumática experiencia la que lo impulsó a perseverar en su vocación de escritor, convirtiéndose en una de las figuras más destacadas de la literatura universal.
